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jueves, abril 03, 2008

Un ensayo: La hamaca de Bolívar, de Arturo Uslar Pietri

En una de las vitrinas del Museo Bolivariano de Caracas hay una vieja hamaca desflecada, con los colores que fueron vivos, amortecidos por el tiempo. Es una hamaca de Bolívar. Fue una de las que él usó durante los largos años de aquellas campañas inagotables, de aquella andanza sin tregua que se tejió y retejió como el hilo del destino, por entre selvas, cumbres, ciénagas y llanuras, desde la boca del Orinoco hasta las riveras del Titicaca.

Esa hamaca colgó en la sala rústica de la casa del pueblo: Entre dos árboles a la intemperie para acampar por la noche. Durante los tiempos más difíciles y agitados de su lucha Bolívar no tuvo otro lecho. Era su cama, su silla de trabajo. Por la noche en tierra caliente, se tendía en ella a dormir su breve sueño nervioso. Al llegar, lo primero que hacía el asistente era tenderla. Venían los secretarios y los ayudantes y se ponían alrededor. Mientras él se mecía y se levantaba sin cesar, dictaba cartas y disponía operaciones.

Alguno de los europeos que menos lo entendieron no dejaron de escribir profusamente aquel uso de la hamaca. Les parecía que era la señal de su inferioridad y de su barbarie.

Hippisley y Ducoudray Holstein, por ejemplo, que escribieron amargos libelos contra él, hablaban con insistencia de la hamaca. Les parecía degradante.

La hamaca era el lecho del indio. Del indio pasó al mestizo criollo. Es cama y el sillón del hombre del pueblo. Viene de la más remota y profunda América. Forma parte esencial de una manera de vivir y por ello mismo también de una filosofía de la vida. Para quienes no entienden esa hamaca de Bolívar les ha de resultar difícil o imposible entender aquel hombre extraordinario y tan complejo. Que es precisamente lo que le pasó a Hippisley y Ducoudray Holstein. Y a tantos de ayer y de hoy.

Esa hamaca es manifestación de la americanidad fundamental de Bolívar. Había aprendido, probablemente a usarla y a amarla, en la casa paterna. Los esclavos que le enseñaron su uso debieron transmitirle también los más vivos valores tradicionales de la cultura popular de su país. Cantares, leyendas, música, consejas, proverbios, de indios, de negros, de mestizos. Que en su alma se mezclaban a la otra tradición, igualmente viva y vieja, que recibía de padres, maestros y mayores.

Sobre ese espíritu nutrido así de vivas raíces criollas y españolas vino a depositarse la cultura europea. Los libros de los enciclopedistas franceses y racionalistas ingleses, el arte poético de Boileau, el Emilio del gibelino, el lujo y el refinamiento del Madrid de Godoy, del París del consulado y del Imperio, y del Londres del final de Jorge III.

De esa época son sus dispendiosas aventuras del Palais Royal y tal vez aquel retrato del joven dandy que pudo pintar Gill en un taller londinense en 1810. Exterior y superficialmente debía parecer un joven rico de la aristocracia europea. Pero en lo profundo seguía vivo lo otro. A ratos afloraba con poderoso impulso. Con vehemente pasión que lo llevaba a renegar de aquella vida fácil y grata en que parecía complacerse. Así debió ocurrir en sus conversaciones en París con el Barón de Humboldt. Humboldt hablaba con pasión de aquella América de grandes ríos y selvas tropicales y de helados páramos y de sus pobladores. De una naturaleza de misterios y poderosa en creación y destrucción de la que Europa sabía poco, y de unas gentes no menos conocidas, pero llenas de destino y deseosas de encontrar su camino en la historia.

Con Simón Rodríguez también hubo de volver muchas veces al tema americano. Su antiguo maestro de primeras letras en Caracas le sirvió de guía por el mundo del racionalismo en sus dos visitas a Francia. Juntos hicieron a pie el viaje París a Italia divagando libremente por los reinos de la cultura y de la curiosidad. Rodríguez había partido de Rousseau en busca de una pedagogía que pudiera realizar el destino americano. Tanto debieron hablar de su América criolla en acuerdo y en contradicción con las ideas europeas que al término de la andanza, entre ruinosos mármoles de una colina romana, el joven hizo el exaltado juramento, digno de un héroe de Byron, de consagrar su vida a alcanzar la independencia para la América española.

Su vuelta a América en 1807 es vuelta y regreso en más de un sentido. Regresa no solo a dedicarse a la causa exterior de lograr la independencia de su América, sino a la causa profunda de entender y realizar aquel mundo tan lleno de oscuras posibilidades.

Para muchos hombres de aquel tiempo el proceso de la independencia parecía poder reducirse a una simple amputación. Cortar la dependencia que los ataba a la corona de España, sin que ocurrieran conmociones o «peligrosas novedades», sin contaminación de afrancesamiento subversivo. Para éstos, la ruptura de la dinastía española con la invasión napoleónica pareció ofrecer la oportunidad ideal.

Otros, gente más cosmopolita y enamorada del progreso, concebían la independencia como una oportunidad de poner en práctica las instituciones y los ideales de la república democrática tal como se había visto en los Estados Unidos y en Francia.

Bolívar advierte desde el primer momento que el problema es otro, mucho más complejo y arduo. No es el de satisfacer los intereses materiales de quienes no tienen sino intereses, ni el de realizar delirios ideológicos de quienes no tienen sino teorías. Habrá primero que ganar la independencia en los campos de batalla y no en meras actas de asambleas, y habrá luego que buscar las instituciones estables que correspondan a la realidad económica y social de la América hispana.

Bolívar ve fracasar la primera república de Venezuela en 1812. Había sido proclamada y creada sin sangre y sin tropiezos. La habían dotado de una constitución donde habían acomunado todas las perfecciones teóricas de una república ideal. Y sin embargo se derrumbó rápida y dolorosamente ante la marcha de un soldado afortunado.

En medio de aquella primera catástrofe Bolívar revela algunos rastros esenciales de su extraordinario carácter. Su capacidad de comprender la realidad y su fe indomable. Desde el primer momento manifiesta la convicción de que nada está perdido y que el triunfo final habrá de pertenecer a los patriotas. En su Manifiesto de Cartagena de 1812 y en su Carta de Jamaica de 1815 no sólo aparece esa convicción en el tono más enérgico y persuasivo, sino que también plantea el problema de la organización de los nuevos estados americanos en los términos más penetrantes y exactos en que nadie lo había hecho hasta entonces.

Lo que Bolívar concibe claramente desde el comienzo, y que se convierte en la norma directa y fundamental de su pensamiento y de su acción, es la idea de la peculiaridad del mundo americano. Las concepciones y las teorías aprendidas en Europa o en los Estados Unidos deben adaptarse a las características de los nuevos países. La geografía, la historia, las antiguas leyes, los usos tradicionales de esos pueblos deben ser tenidos en cuenta de manera primordial. Sobre esos hechos deben meditar los legisladores para concebir las instituciones adecuadas.

En 1819, en su Discurso de Angostura, que es acaso la más luminosa de sus piezas escritas, plantea claramente el problema de que las nuevas naciones necesitan hallar instituciones propias. Sus ideas de entonces vienen a ser como la consecuencia y el desarrollo de las que había expresado con tanta clarividencia en 1815, desde el destierro de Jamaica, en su famosa carta dirigida a un caballero inglés: «Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado de dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y las ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil».

La intuición genial de esa realidad es la que dicta su acción de guerrero y su obra de político. La creación de un ejército capaz de ganar y asegurar la independencia de la América española durante quince años de guerra hubiera sido empresa suficientemente colosal para asegurar su gloria. Bolívar sabe hallar el ejército espontáneo que estaba en el espíritu de su pueblo. Su táctica es que la geografía y la psicología popular le dictan. Él sabe hallar el profundo minero de energía que estaba como dormido debajo de aquellas pieles morenas y de aquellos ojos que habían parecido sumisos durante tres siglos. Él va hacer del ejército «el pueblo activo». Con ese ejército de campesinos que toma las armas sin abandonar sus ropas de labranza, los más descalzos, los más durante los primeros tiempos sólo con armas blancas, sin intendencia, sin soldada, casi sin medicinas. Con ese ejército, en más de cuatrocientas acciones de armas y en un teatro de operaciones de más de cinco millones de kilómetros cuadrados, Bolívar gana la independencia para los países que hoy son Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá y pone fin al dominio español en la América del Sur.

Esta es la obra de su tenacidad, de su voluntad heroica pero también de su medio, de su hora y del genio de su pueblo. Uno de sus más notables contrincantes, el General español Pablo Morillo, quien vino a combatirlo a Venezuela al frente de la mejor y más numerosa expedición de tropas peninsulares que nunca vino a América, dijo de él: «Alma indomable, a quien le basta un triunfo, el más pequeño, para adueñarse de quinientas leguas de territorio... Bolívar es el jefe de más recursos y no hallo cómo ponderar su actividad. Mucha fuerza se necesita para vencer a estos rebeldes que no desmayan con ninguna derrota y que están resueltos a morir antes que someterse... Nada es comparable a la incansable actividad de este caudillo... Su arrojo y su talento son sus títulos para mantenerse a la cabeza de la revolución y de la guerra».

Simultáneamente con la guerra se le va planteando el problema de la organización de los nuevos estados. Su ideal político interno es el de la libertad sin anarquía, el del orden sin la injusticia, el de la «mayor suma de felicidad posible» para todos. En Angostura lo expresó con toda claridad: «Un Gobierno Republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo: la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios». A ese objeto han de ir encaminados sus pasos durante toda la larga pugna por establecer un orden político estable en las nuevas naciones. Las circunstancias y los medios varían en ocasiones. Pero el fin se mantiene el mismo hasta su última hora.

Para la política exterior concibe desde los comienzos de la revolución la necesidad de que la América hispana se organice como un todo o por lo menos como un conjunto de grandes estados y confederaciones. Ya desde 1813 habla de la necesidad de unir a la Nueva Granada y Venezuela. Más tarde se lanza a la empresa de convocar el Congreso de Panamá de 1826 para establecer una organización americana que pudiera ser el punto de partida de una organización internacional ecuménica. Su América debe organizarse para convertirse en uno de los polos del equilibrio universal. En 1813 había hecho publicar en Caracas lo siguiente: «La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo; y todas estas partes del mundo debían establecer el equilibrio entre ellas y la Europa, para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a esto equilibrio del Universo y debe entrar en los cálculos de la política».

Él se hace el supremo interprete del alma criolla en trance de creación. Nadie caló más hondo en la naturaleza de su pueblo y miró con más anticipación los peligros del porvenir.

Tenía en la cabeza todo lo que podían tener las gentes más cultas de su tiempo. Pero solo como antecedente, como complemento o como punto de partida. Para la interpretación del destino de aquel «pequeño género humano» era poco lo que podían servirle las concepciones europeas. América era cosa distinta y debía dar sus propias soluciones. Su Rousseau, su Montesquieu, su Bentham estaban en él balanceados por su poderosa comprensión del instinto del llanero a caballo, del andino de ruana, del boga de los grandes ríos. Había sabido macerar lo europeo en la vigilia de la hamaca criolla. Lo que iba a surgir en acción y en pensamiento era cosa distinta: la concepción americana de Bolívar.

Aquella hamaca resulta así de un gran simbólico. Es el legado visible y pintoresco del mundo criollo donde están clavadas sus más hondas raíces.

Menudo, nervioso, iluminado, impulsivo, resonante, la vida de Bolívar parece consumirse en una angustiosa fiebre de creación. Sus problemas no fueron nunca solamente los del general de un ejército, ni los de gobernante de un país. Él se sentía cargado con la responsabilidad del destino americano. De realizarlo él, o de que quedara irrealizable durante generaciones. Las batallas, las marchas, los problemas administrativos, las combinaciones políticas venían a reducirse a fragmentos o etapas de aquella inagotable empresa sobre humana a la que se había sentido consagrado. «Yo soy el hombre de las dificultades» dijo en alguna ocasión, y en otra dijo también que era uno de los mayores majaderos de la humanidad. Con lo que declaraba el carácter desesperado y extraordinario de su vocación.

Su grandeza y su tragedia arrancan de esa compleja comprensión de su misión. Si hubiera sido un mero ideólogo imbuido de ideas aprendidas de Europa, republicanas o monárquicas, como abundaron tantos en su tiempo, habría encontrado satisfacción y derivativo en la proclamación de principios teóricos.

Si hubiera sido tan solo un oportunista, apegado a las circunstancias se habría dedicado a disfrutar de su botín de autoridad sobre el inmenso territorio capturado. A hacer en grande lo que después hicieron todos los caudillos locales.

Pero él no quiere ni lo uno ni lo otro y ambas formas le parecen males abominables. Detesta a los ideólogos tanto como a los hombres de presa. La independencia no le parece el fin sino un paso previo. Lo más importante es lo que ha de venir después: la organización del mundo de Colón en una poderosa estructura política, donde quepan las realidades y las esperanzas sin daño y sin engaño.

Por eso mismo, al final de su vida se siente agobiado por el desengaño: «La independencia es el único bien que hemos alcanzado, a costa de todos los demás», dirá con desolación. Porque para él es dolor y desengaño ver caer a aquellos países recién libertados al precio de tantos sacrificios en las variadas formas de caudillismo dictatorial.

Ese buscar sin tregua, que es también constante revelación, es lo que lo mantiene vivo y válido para la empresa todavía abierta de realizar la América en la que él estaba empeñado. Bolívar no encarna solo un gran acontecimiento histórico. Es también una causa y un camino. Tanto como en el glorioso pasado, está el porvenir de los pueblos a los que se dio.

Es difícil de entender porque su mundo es difícil de entender. En él toma conciencia y forma inmarchitable el gran proceso de mestización cultural de la vida criolla. Es voz y brazo no solo de aquellos hombres que se lanzaron a hacer milagros a su llamada, sino de todas las vastas muchedumbres que lo siguen nombrando y buscando. No está ni dormido, ni muerto, ni en calidad de recuerdo, ni en sustancia de archivo: «Yo los he representado en presencia de los hombres, yo los representaré en presencia de la posteridad» es lo que sigue respondiendo a la gente inquieta y buscadora.

Los que sólo miran sus libros europeos, su trato mundano, sus uniformes de parada, sus maestros, sus viajes, su cultura, no podrán nunca entenderlo cabalmente. Hay que mirar también aquella hamaca que lo acompañó hasta la hora de morir. Tejida por manos mestizas, legado de lo más viejo y lo más hondo de la tierra y de las gentes que él nació para encarnar.

(tomado de la Bitblioteca)le

sábado, marzo 29, 2008

Sobre el ensayo

A. TEXTOS DENOMINADOS ENSAYOS

Llevan el nombre de "ensayos" escritos relativos a muy diversos campos: historia, ciencia, filosofía, política, etc.

En la primera sección recojo diecisiete ensayos sobre muy diversos temas de tipo científico popular. A veces tienen carácter narrativo, otras más bien anecdótico, o bien llevan alguna intención aleccionadora, a manera de mensaje, especialmente para las generaciones jóvenes (R. Zeledón. Ensayos e ideas científicas).

En este libro se ensaya hacer Historia de Guatemala bajo principios metodológicos que se aplican por primera vez al estudio de nuestro desarrollo (S. Martínez. La patria del criollo)

Este ensayo considera la concepción de la vida onírica en la filosofía de Descartes (particularmente en sus Meditaciones Metafísicos) dentro de la perspectiva teórica de la fenomenología (principalmente desde la filosofía de Sartre y los trabajos fenomenológico - antropológicos de Dieter Wyss (A. Zamora. "El cógito también sueña").

Este ensayo trata de ordenar mis preocupaciones de muchos años, expuestas en numerosos artículos y conferencias en Costa Rica y en el exterior (José Figueres. La pobreza de las naciones)

Además de la temática, existen otros rasgos que se presentan muy diferenciados entre los textos llamados ensayos: la extensión oscila entre algunas pocas páginas y varios cientos de ellas; la rigurosidad de los planteamientos va desde un análisis impresionista hasta un detallado marco conceptual; el vehículo de comunicación puede ser desde el periódico, hasta el voluminosos libro, pasando por la conferencia o el trabajo de graduación.

Otro de los rasgos de la mayoría de los textos denominados ensayos es presentarse como aproximaciones, como esbozos iniciales. Véanse ejemplos:

Aunque consciente de mis limitaciones, he querido ofrecer al lector una vivencia, o más bien una interpretación muy personal de los hechos relatados, buscando entrelazar lo material con lo espiritual, y el origen del ser con el principio de las grandes ideas (J. Jaramillo. La aventura humana)

Estos ensayos – dirigidos hacia educadores, estudiantes de educación y demás personas interesadas en el tema tienen el fin de contribuir a la discusión y al análisis de nuestro sistema educativo, como paso indispensable previo a la toma de acciones para mejorarlo (H. Pérez. Ensayos sobre educación)

Nos proponemos, en las páginas siguientes, describir a grandes rasgos la labor de los físicos que corresponde a la meditación pura del investigador. Nos ocuparemos, principalmente, del papel de los pensamientos e ideas en la búsqueda aventurada del conocimiento del mundo físico. (A. Einstein. La Física, aventura del pensamiento).

Soltando aquí una frase, allá otra, como partes separadas del conjunto, desviadas, sin designio ni plan, no se espera de mi que lo haga bien ni que me concentre en mí mismo. Varío cuando me place y me entrego a la duda y a la incertidumbre, y a mi manera habitual que es la ignorancia (M. De Montaigne. Ensayos)

Lo cierto es que esta clase de materiales, a pesar de la tradicional modestia de los autores, constituye uno de los principales recursos de la cultura moderna. Por su medio es que se debaten las ideas más influyentes, se conocen los últimos aportes de la ciencia, se forma opinión, se produce discrepancia productiva. Inclusive, como se ha visto, el más conspicuo científico abandona, a ratos, los rigurosos procedimientos de comunicación de su disciplina y toma la particular herramienta del ensayo para tratar de otra manera su objeto de estudio.


B. DEFINICIÓN DE ENSAYO

La más generalizada de ellas dice que "el ensayo es literatura de ideas". Esto significa que a la preocupación estética y la creación de recursos expresivos se suma un afán utilitario: el planteamiento y debate de temas de interés actual. El uso que Rodrigo Zeledón (1982) hace del género con el fin de "despertar interés en nuestras generaciones jóvenes por los atractivos problemas que nos depara el anchuroso campo de las ciencias biológicas" es una buena muestra de este rasgo.

Otra de las definiciones es la atribuida a J. Ortega y Gasset: "El ensayo es la ciencia sin la prueba explícita". Con esto se subraya que no es un discurso irresponsable sino un texto que obvia el aparato teórico y la aridez de las fórmulas y cuadros con el fin de aumentar la lecturabilidad y la capacidad explicativa. José L. Vega Carballo (1979) señala sobre el esquema analítico de uno de sus ensayo: "el que aquí se discute no puede, ni debe tomarse como final y exhaustivo, se trata, más bien de una aproximación basada en un examen global".

La última definición por analizar es la que proporciona Alfonso Reyes: "el ensayo es la literatura en su función ancilar". La palabra "ancilla", es decir, esclava, sirve para expresar el papel subalterno que lo ornamental e imaginativo tiene para el género. Al respecto dice Gómez de Baquero (1917): "El ensayo está en la frontera de dos reinos: el de la didáctica y el de la poesía y hace excursiones del uno al otro".


C. COMPARACIÓN CON OTROS GÉNEROS

En cuanto a la extensión o el tema, el ensayo puede parecerse a la monografía o artículo científico. No obstante, si se considera que este último es el informe del proceso integrar de una investigación científica, lo cual implica dar cuenta de teorías, procedimientos y fuentes de una manera prolija, puede notarse una gran diferencia. No obstante, los alcances de los procesos de investigación científica reportados en artículos pueden ser indagados, analizados, contrastados, profundizados, en ensayos.

Los trabajos teóricos, metódicamente dirigidos, que se realizan en el área de la filosofía y la filología, tal vez por carecer de un aparato metodológico visible a simple vista (fórmulas, cuadros, gráficos) y no haberse estatuido una estructura lógica convencional como en las ciencias básicas (introducción, procedimientos, resultados, discusión), no suelen llamarse artículos científicos y se acostumbra denominarlos genéricamente "ensayos". En realidad se trata de un tipo de escritos al cual bien le cabe el nombre de "artículo de humanidades"

Otro de los escritos muy cercano al ensayo es el artículo periodístico. L. Ferrero (1979) lo considera como una de sus variantes, aunque con la advertencia de que sus temas son con frecuencia pasajeros. En los diarios contemporáneos coexisten las materiales absolutamente intranscendentes y los verdaderos ensayos, es decir, piezas que sobrevivirán por su mensaje. Por ejemplo, la obra principal del costarricense Cristián Rodríguez ha sido rescatada de los periódicos e incluida en libro (1988). Asimismo, Tribuna Nacional (1993) recoge 25 años de excelentes ensayos breves publicados en la página 15 de La Nación (Costa Rica).


D. VENTAJAS DEL ENSAYO

Uno de los rasgos del ensayo que ya se ha venido comentando es su agilidad. Esto quiere decir su sencillez productiva, su capacidad de comunicar en forma directa. Como no hay por que evidenciar el proceso de investigación seguido no es necesario subdividir detalladamente el escrito; en vista de que no se leen los ensayos para conocer datos sino implicaciones de estos, se ahorran las citas bibliográficas; por cuanto valen más las ideas que sus representaciones, no son necesarios las fórmulas, los cuadros y los gráficos. Claro, estas no son prohibiciones: la libertad del género permite incluirlas ocasionalmente. J. Figueres dice en la introducción de su libro de ensayos La pobreza de las naciones (1973): "Empleo a menudo cifras ilustrativas que no son indispensables ni exactas, solamente porque creo que facilitan el estudio, aunque varíen de país a país y de tiempo en tiempo".

La brevedad puede declararse una virtud del ensayo. No obstante hay largos ensayos suficientemente virtuosos. La corta extensión permite publicarlos con mayor facilidad, obtener mayor número de lectores, producir un efecto más directo, escribirlos más rápidamente y con la adecuada oportunidad. Con respecto a este rasgo dice J.L. Gómez (1976): "Se intenta únicamente dar un corte, uno sólo, lo más profundo posible y absorber con intensidad la savia que nos proporcione".

El intercambio, tanto entre ensayista y lector como entre ensayista y diferentes autores, es otro de los rasgos propios del género. El escritor se dirige a un público no especializado para quien interpreta un tema. Esto significa presentarle, lógicamente orquestadas por la suya, las opiniones de quienes se han ocupado del tema. Gómez (1976) expresa esto en las siguientes palabras: "el ensayista reacciona ante los valores actuales para insinuarnos una interpretación novedosa o proponernos una revaluación de las ya en boga, pero una vez abierta la brecha y tendido el puente del nuevo entendimiento, el ensayista, como creador al fin y al cabo, deja al especialista el establecer la legitimidad de lo propuesto, sin renunciar él mismo a continuarlo en otra ocasión".

Un corolario de la función de intercambio que tiene el ensayo, es el carácter persuasivo. Así como la "ciencia pura" - expresada por medio de artículos científicos - reivindica su objetividad, su desinterés en convencer por otro procedimiento que no sean los hechos, el ensayo se usa para impulsar ciertas ideas para convencer de ciertas posiciones con respecto a los hechos. Para cumplir este carácter, en el ensayo se ordenarán los datos y los conceptos de manea que resulte evidente una tesis. José L. Vega (1979) se expresa así en su ensayo "Etapas y procesos de la evolución sociopolítica de Costa Rica": Surgen, pues, las siguientes preguntas: ¿Hasta cuándo aguardarán par tomar la iniciativa histórica en favor de su desarrollo todos los sectores que no se han visto beneficiados con los logros del modelo agrocomercial tradicional, ni tampoco ahora, con el nuevo esquema de la integración dependiente de tipo industrial – financiero – tecnológico?" Puede observarse en este texto la carga emotiva que hay, el uso de una pregunta retórica, la acumulación de información, etc., rasgos que inclinan a una particular posición.


E. LOS CONTENIDOS DEL ENSAYO

Como se ha visto el ensayo trata de cualquier tema. La diferencia con respecto a la expresión científica convencional y con la literatura propiamente dicha es la particularidad de ese tratamiento.

El primer rasgo que al respecto debe observarse es la función ideológica. Son múltiples las definiciones de ideología; en las ciencias sociales predomina una visión negativa de este rasgo: falsa conciencia, visión interesada, deformación, limitación. Un concepto de ideología que podría ser aceptado en forma general es el de concepción de la realidad desde una perspectiva particular. Si se considera que esta perspectiva es la del escritor, podría inferirse que no es la de la ciencia, la cual es una práctica que no tiene por qué coincidir con la de individuos en particular. Por ello es que se suele oponer ideología a ciencia. Efectivamente, el ensayo es ideológico en la medida que no se ciñe a la ciencia sino que busca transcenderla o antecederla.

Por otra parte, la función ideológica se manifiesta en el texto como un afán que tiene el escritor de persuadir con respecto a su manera de ver las cosas. Uno de los más influyentes ensayos que se ha escrito dice en su página final:

Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. Proletarios de todos los países uníos. (Marx y Engels s.f.)

La ideología no consiste en las ideas específicas sino en los procedimientos mediante los cuales se analizan los hechos. Una categoría de análisis es un criterio que se aplicará para juzgar un fenómeno, por ejemplo, Manuel Picado en su estudio Literatura, ideología, crítica (1983) va descubriendo en los ensayos la crítica literaria relativa a novelas costarricenses una serie de criterios, no advertidos, mediante los que se juzgan las obras: algunos de ellos son: si el lenguaje usado en la obra es o no el usado en la realidad, si en la obra se refleja o no el autor, si la obra esta redactada o no con sencillez.

La función ideológica es una condición presente en todas las formas de la literatura. En novelas como Los errores (J, Revueltas 1975), en cuentos como "El matadero" (E. Echeverría 1838) o en poemas como "El canto Nacional" (E. Cardenal 1970), es posible percibir la presencia de amplios textos en los que el autor intercala su visión de mundo. Se trata, en realidad, de ensayos insertados en obras de imaginación. Con mayor razón, el ensayo propiamente dicho es una manifestación ideológica. Con respecto a este fenómeno, lo que se propone no es suprimir en el ensayo la visión particular de los hechos sino, cuando menos, hacerla explícita y dejar entrever los fundamentos del análisis.

Asociado a la función ideológica del ensayo, esto es a las categorías de análisis que lo sustentan, está el sistema de pensamiento, los procedimientos intelectuales con los que se discurre. El ensayista va planteando su posición con respecto al tema mediante una serie de proposiciones que llevan un orden.

Uno de los órdenes es el inductivo, palabra que no se usa en el sentido estricto que tiene en filosofía. Se trata de que el ensayista vaya acumulando pruebas de lo que quiere evidenciar y, al final, enuncie la idea demostrada. Esta técnica puede observarse inclusive en un breve ejemplo:

Mientras no haya agua suficiente en un pueblo, casi no se piensa en otra cosa. Cuando al fin se instala un medio de abastecimiento, ya no se piensa en el agua. La abundancia mata el deseo y hace nacer aspiraciones nuevas. (J. Figueres 1973)

El otro orden básico es el deductivo, término que tampoco se usa tan específicamente como en filosofía, pero que sirve para denominar el razonamiento que va desde afirmaciones generales a afirmaciones particulares. En este caso, el ensayista plantea conceptos de aceptación más o menos generalizada y empieza a desprender de ellos implicaciones. Véase un ejemplo:

En el hombre, pensó Metchnikoff, son los microbios los que más frecuentemente provocan la inflamación; es, pues, contra estos intrusos que debe dirigirse la lucha de las células móviles del mosedermo o sean los glóbulos blancos de la sangre; por su origen estas células deben gozar de la propiedad de digerir, deben por lo tanto, digerir los microbios y traer la solución. (Picado 1988).

Los órdenes inductivo y deductivo no siempre se aprecian bien a nivel de párrafo, sino que se manifiestan con mayor claridad en segmentos mayores. Por otra parte, ambos pueden coexistir en el mismo trabajo.

La posibilidad de ordenar inductiva o deductivamente el ensayo parte del análisis detallado del tema sobre el que se reflexiona ensayísticamente. R. Descartes (1983) en su famoso trabajo Reglas para la dirección de la mente propone la necesidad de dividir cada una de las dificultades que se examinen en tantas partes como se pueda y como sea necesario para mejor resolverlas. El producto de esa división constituye la lista de asuntos tratados en el ensayo; la escogencia del orden inductivo o deductivo da, por otra parte, la distribución de esos asuntos en el texto.

A la rigurosidad que Descastes exige para el trabajo filosófico, se opone la liberalidad de Miguel de Montaigne, uno de los padres del género: "Elijo al azar el primer argumento. Todos para mí son igualmente buenos y nunca me propongo agotarlos, porque a ninguno contemplo por entero". (Gómez 1976).

Un equilibrio entre la concepción cartesiana y la de Montaigne posiblemente sea lo que produce los mejores ensayos modernos.


F. PREPARACIÓN DE ENSAYOS

Las siguientes son algunas recomendaciones, derivadas de la observación de la buena práctica, para la preparación de ensayos. No pueden dirigirse al escritor profesional, ni al experimentado investigador, quienes, por un lado pueden crear sus propias estrategias y, por otro, tienen necesidades muy particulares. Se dedican, pues. Al estudiante que debe preparar ensayos para efectos de evaluación, y tal vez, al que quiera explorar las posibilidades del género para comunicar de manera diferente sus contenidos.

1. Establecimiento de la intención

En cualquier trabajo de redacción se parte de una clara determinación de su propósito. Este requisito permite saber si lo que se requiere es un ensayo u otro tipo de escrito; también ayuda a concretar el enfoque que debe darse, el nivel, los recursos por aplicar, etc. Es muy corriente que el escritor deslice en los primeros párrafos de su escrito la intención:

Nos proponemos, en las páginas siguientes, describir a grandes rasgos la labor de los físicos que corresponde a la meditación pura del investigador (A. Einstein 1943)

Las páginas que aparecen a continuación y que proponemos como una introducción a la pedagogía del oprimido son el resultado de nuestras observaciones en estos tres años de exilio. (P. Freire 197).

Este libro trata del tema centras de nuestros tiempos: de la dominación y la liberación de los hombres y de los pueblos. Que es también el tema radical de la existencia humana, y por eso, una idea básica de a historia del hombre. (S. Salazar B. 1977)

En los textos más breves, ensayos periodísticos o de carácter más literario, no es tan frecuente que la intención se haga explícita. No obstante es imprescindible que quien se dispone a preparar uno lo haga como primer paso.

2. Investigación bibliográfica

Un segundo paso en el proceso de producción de un ensayo es investigar los contenidos que se desea desarrollar. La bibliografía es la base de esta labor. El objetivo es ampliar criterio, contrastar con posiciones ajenas, conocer los antecedentes de la discusión al respecto. No obstante, no se busca una fundamentación de los criterios; al respecto señala José Luis Gómez (1976):

El verdadero ensayista, por ejemplo, sólo en ocasiones muy especiales hará uso de notas al pie de la página, y esto nos lleva al meollo de nuestro tema: las citas, numerosas en los ensayos, tienen valor por sí mismas en relación con lo que el ensayista nos está comunicando: importa destacar que alguien creó una idea, representada en la cita, pero el "quién" y el "dónde" carecen en realidad de valor. No son las citas importantes porque fulano o mengano las dijo, sino por su propia eficacia. Y el hecho de señalarlas como citas es sólo con el propósito de indicar que no son de propia cosecha, sino que forman parte del fondo cultural que se trata de revisar.

Las ideas derivadas de la bibliografía pueden ser muy importantes pero es necesario que lo sean aún más las del propio ensayista. Por tanto, la revisión que se haga debe realizarse en función de un planteamiento base e ir incorporando, para ilustrar, contrastar o comparar, las ideas de otros autores.

3. Elaboración del diseño

En literatura se denomina diseño a la disposición que el autor decide darle a la información del texto. Es realmente el producto de su creatividad. Diseño del ensayo podría ser, por ejemplo, la decisión de empezar por un planteamiento general para incluir, posteriormente, los argumentos; presentar detallados antecedentes y pasar luego a una rápida resolución: desarrollar, una por una las partes del planteamiento; etc.

La forma en que el escritor disponga sus ideas en el texto puede ser muy personal. Por tal razón podría resultar innecesaria para muchas personas una sugerencia al respecto. No obstante, para efectos didácticos, es posible proponer una guía.

Esta guía puede derivarse de la forma de organización del discurso clásico, manifestación por excelencia del afán persuasivo del lenguaje, así como del periodismo moderno, expresión por parte del sentido práctico contemporáneo. La siguiente es una estructura aplicable al ensayo.

Motivación. Ningún discurso sería escuchado ni material escrito alguno leído, si su receptor no tuviera motivación. La oratoria clásica perpetuaba la necesidad de preparar el alma del auditorio y ganarse su benevolencia en una sección inicial que llevaba el nombre de exordio. El periodismo moderno propone hacer una entrada llamativa, que capte el interés. El ensayo puede aprovecharse de esos consejos. Véanse algunos ejemplos:

La lluvia que refresca y humedece la tierra y el sol que la calienta y seca, contribuyen por igual al mantenimiento de la vida. Los grandes espíritus, ya sean optimistas o atormentados, por más que sean opuestos, forman un complejo cuyo conocimiento es tan útil al desarrollo intelectual de los que los suceden, como son útiles a la vida el agua y el son. (C. Picado T. "Pasteur y Metchnikoff").

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes. (Marx y Engels. "El manifiesto comunista")

Me invitaron a la playa. Acepté con gusto. Había acabado el curso escolar cansado y sentía la necesidad de descanso. Para mi este consiste en hacer lo contrario que cuando "trabajo", compré veinte novelas policiacas y salí a la playa. (C. Láscaris. "Pesca con siesta")

Con gran frecuencia, el papel de captar la atención del lector se realiza por medio de una cita textual. Esto es lo que se denomina un epígrafe, y se ubica, resaltado, en la parte superior del escrito, después del título.

Proposición. En el discurso clásico esta es una breve mención de la tesis general que se pretende impulsar. Ese recurso suele presentarse en los primeros párrafos del ensayo. Los siguientes son algunos ejemplos:

Pretendo mostrar cómo el desarrollo social y la conducta humana actual, no son logros del presente, sino que se apoyan en el conocimiento de los hechos pasados; y que el conocimiento es una progresión de ideas y acciones que se juntan y han sido transmitidos a través de las épocas. (J. Jaramillo. La aventura humana).

Cabe advertir, por otra parte que el ensayo tiende a evidenciar el papel decisivo que, a la par de los factores de cambio endógenos, han jugado los exógenos como resultado de la rápida inserción del país en el mercado internacional, a partir de la década de 1840. (J.L. Vega. "Etapas y procesos de la evolución sociopolítica de Costa Rica")

Así, pues, mi propósito no es enseñar aquí el método que cada cual debe seguir para conducir bien su corazón, sino solamente mostrar de qué manera he tratado yo de conducir el mío. (R. Descartes. El discurso del método)

División. Un procedimiento que en el discurso y en el texto relativamente extenso ayuda mucho, es enumerar los asuntos que se tratarán. Considérense algunos ejemplos:

Este ensayo comprende, primero, varios capítulos introductorios. Luego vienen tres grandes "cuestiones" relacionadas con la pobreza. Por su orden: La cuestión internacional, que señala el reparto indebido del Producto Mundial; la Cuestión Social, que se ocupa de la mala distribución del Producto Nacional; la Cuestión Económica, que indica errores y sugiere remedios, en los mecanismos de la producción contemporánea. Finalmente aparece una Conclusión, que pretende dar sentido al esfuerzo económico del hombre. (J, Figueres. La pobreza de las naciones)

Trata de mis recuerdos de niñez: del paisaje, de cosas y gentes del antaño orotinense y de mi juventud en San José de Costa Rica. Presenta cierta intimidad, como toda remembranza. Hay en él la colaboración del tú; en otras palabras, de muchos otros. (L. Ferrero. Arbol de recuerdos).

La división o mención de los puntos por tratar predispone a la comprensión y permite seguir el hilo expositivo.

Desarrollo. Cada uno de los puntos propuestos para el ensayo se desarrollará en el orden que convenga. Por ejemplo, en el ensayo "La isla que somos" I. F. Azofeifa (1979) incluye tres grandes componentes: la geografía costarricense, el carácter nacional, el proceso histórico.

Recapitulación. Debe disponerse un espacio para repasar los aspectos fundamentales del desarrollo del ensayo. Esto puede hacerse dentro de un apartado que se llame "conclusión" o no, pero debe estar al final del trabajo con el fin de atar los cabos sueltos. Véanse algunas recapitulaciones:

Sean estas notas tan aburridas sólo para recordar que muy a nuestra manera, pero que siempre, tuvimos carnaval si carnaval es hacer loco para tranquilizar la carne, la diferencia con los europeos no está en la ausencia del antifaz. La verdadera diferencia es que ellos después de sus excesos "se borraban los pecados" pintarrajeándose en la frente una cruz con ceniza para, piadosos, comenzar la Semana Santa. (M.A: Jiménez 1979).

En resumen: parece que pueden caer partículas en agujeros negros que luego se desvanezcan y desaparezcan de nuestra región del universo. Las partículas parten hacia pequeños universos que se separan del nuestro.

Es posible que esos universos reintegren en algún otro punto. Quizá no sirvan gran cosa para los viajes espaciales, pero su presencia significa que seremos capaces de predecir menos de lo que esperábamos, incluso aunque encontráramos una teoría unificada completa (...) en los últimos años, varios investigadores han comenzado a estudiar los pequeños universos. No creo que nadie se haga rico patentándolos como un modo de viaje espacial, pero se han convertido en un campo muy interesante de investigación.
(Stephen Hawking 1994)

4. Elaboración del esquema

Una vez establecido el diseño, valga decir que la forma de organización general del ensayo, es conveniente preparar un esquema de redacción.

Bajo cada uno de los grandes asuntos (motivación, proposición, división, desarrollo, recapitulación) pueden irse apuntando las ideas que allí se considerarán. De paso, cabe estudiar la posibilidad de introducir algún tipo de subdivisión del escrito mediante títulos. No obstante, en los textos relativamente breves no se suele incluir ningún tipo de separaciones.

Dentro de cada apartado propuesto puede pensarse en algún tipo de ordenamiento de las ideas: presentarlas cronológicamente, en orden causa-efecto, de manera comparativa, etc. Estos criterios se tratan con mayor amplitud en la sección "Técnica textual del ensayo".

El esquema es una herramienta imprescindible para la generación de un texto amplio. El tiempo invertido en su perfeccionamiento y desarrollo se va a recuperar con creces en el proceso de redacción.

5. Redacción

Con base en el esquema preparado y todas las felices improvisaciones que surjan, se inicia la redacción. Lo normal es que se requieran varios borradores sucesivos. El resultado, de acuerdo con un generalizado precepto de redacción, puede guardarse algunos días entre una versión y otra.

No es de extrañar que resulte necesario hacer grandes correcciones, modificaciones del orden, supresiones, ampliaciones, etc. Conviene aceptarlas con resignación y estar en capacidad de renunciar a amplios fragmentos otrora considerados perfectos, o tener que redactar nuevo material para ampliar un asunto.

A continuación se tratan algunos recursos específicos de redacción.

5.1. Ordenes de la información
El orden es el criterio con que se clasifica la información en un texto. En los escritos de carácter práctico, los órdenes más corrientes en el ensayo son tres: cronológico, causa-efecto, comparativo.

Se denomina orden cronológico al que permite distribuir la información según el criterio del tiempo. Esta forma de organizar la información domina la referencia de hechos históricos, los procesos de elaboración o transformación de productos, etc. Analícese un ejemplo:

En un principio el hombre cosechaba sin sembrar. Se alimentaba de los frutos naturales del mar y de la tierra. No había nacido el derecho de propiedad. Solo existía el instinto de la cueva propia. /Cuando los productos gratuitos escasearon, el hombre trabajó. Sembró y cosechó para si mismo y para su familia. Nació la agricultura, Nació la propiedad./ Pronto el cazador tuvo más carne de la que podía comer, y el agricultor más legumbres de las que necesitaba. Vino el trueque. Vino la dependencia en otros./ Con el tiempo, el hombre primitivo se dedicó a producir más y más verduras, o más y más carne de caza. Cambiaba sus productos por granos de caco y con los granos compraba pieles finas, flechas y ornamentos almacenados por alguien que a su vez los obtenía de diversos productos. Se había establecido el comercio. (J. Figueres 1973)

El orden cronológico se caracteriza por una serie de nexos que ayudan a reforzarlo: inicialmente, posteriormente, luego, finalmente, de inmediato, después, con posterioridad, con anterioridad, al principio, seguimiento, al final.

Por otra parte, lleva el nombre de orden comparativo el procedimiento de relacionar la información según semejanzas y diferencias. Es una manifestación típica de todos los razonamientos de contraste. El siguiente es un ejemplo:

Desconfiado y astuto como un montañés: cortés pero tímido; trabajador sin constancia, buscando el provecho fácil de su esfuerzo; campesino egoísta, pero bondadoso, cazurro siempre, vive aquí un pueblo que no ha sido ni miserable ni inmensamente rico; ni guerrero ni sumiso; ni servil, ni rebelde; independiente sin guerra de independencia; liberado del coloniaje español por virtud de un oficio llegado de Guatemala un día de octubre de 1821, en que se le hacía saber que desde el 15 de setiembre ... en suma, un pueblo sin sentido trágico de la existencia. Un pueblo sin héroes, y que si alcanza a tenerlos, los destruye o los olvida, que es otro modo de destruir. (I: F. Azofeifa 1979).

El orden comparativo se refuerza en el texto por medio de enlaces como los siguientes: por otra parte, más bien, contrariamente, a diferencia de, no obstante, sin embargo, en contraposición, en cambio, etc.

Por otra parte, se llama causa-efecto una manera de ordenar un texto en el que se mencionan las razones y las consecuencias de una situación. Véase un ejemplo:

El hombre, en la actualidad, no está en ciento modo ya sometido a esta selección. Por ello, la selección natural no podrá impedir en el futuro la acumulación de trastornos hereditarios, pues el ser humano está interveniendo en este aspecto y dando supervivencia a seres que en otro tiempo no tendrían oportunidad de sobrevivir y reproducirse y que en términos genéticos se podrían considerar taras hereditarias. Esto podría significar para el ser humano que la herencia se fuera empeorando con los años, al no ser eliminados los seres con mutaciones negativas, ya que estas continuarán presentándose en nuestros elementos hereditarios y la recombinación de genes enfermos podría generar en un futuro lejano una civilización mucho menos sana. (J. Jaramillo 1992).

El orden causa-efecto se evidencia, entre otros, por medio de los siguientes enlaces: por tanto, en consecuencia, debido a ello, por esto, como resultado de ello.

El uso de enlaces en la redacción ayuda a ilustrar mejor las relaciones entre las ideas; no obstante, es necesario tratar con mesura este recurso para no recargar el texto.

5.2. Recursos retóricos
La retórica es la técnica del bien decir, de dar al lenguaje eficacia para deleitar, persuadir o conmover. Se le asocia generalmente con la oratoria, por ser este arte pionero en la preocupación de utilizar todos los medios posibles para lograr su efecto persuasivo. El ensayo, por ser una forma de literatura en la que sobresale el afán de convencer, tiene a la retórica como uno de sus medios principales.

Los recursos retóricos se clasifican dos grandes campos:

Figuras de dicción y Figuras de significación

Las figuras de dicción, por adornar el texto en su nivel fónico o sea su sonido, tienen papel fundamental en la poesía. En cambio, las figuras de significación, que son las que permiten resaltar una idea, aunque desempeñan importante papel en los otros géneros literarios, poseen participación especial en el ensayo. A continuación se tratan algunas de estas figuras que pueden aplicarse en el ensayo.

Sentencia. Es la exposición breve y enérgica de una enseñanza profunda.

Sin embargo, la producción y la guerra pueden ser fuentes de frustración. Hasta los más nobles corceles, espoleados en exceso, se desbocan y se desbandan, si no se aplica a tiempo el freno de otro de la cultura. (J. Figueres).

Gradación. Se colocan las ideas en forma ascendente o descendente.

Verbo, Logos, Palabra, diversas expresiones de un mismo y grandioso instrumento mediante el cual el hombre no solo se sitúa en el Mundo y el Universo, sino que se hace de ellos su hogar. (L. Zea)

Paradoja. Reúne ideas al parecer contradictorias para poner más de relieve la profundidad del pensamiento.

El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno piensa estar tan bien provisto de él, que aun aquellos que son más difíciles de contentar en todo lo demás, no acostumbran a desear más del que tienen. (R. Descartes)

Antítesis. Contrapone unos pensamientos a otros, unas palabras a otras para que resalte más la idea principal.

De altar se ha de tomar la patria para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal para levantarnos sobre ella. (J. Martí)

Interrogación. Expresa el efecto en forma de una pregunta cuya respuesta no se ignora.

¿Hasta cuándo respetarán esos sectores en Costa Rica el ordenamiento constitucional, sobre todo si continúan deteriorándose, más y más, velozmente, los índices del nivel de vida, se desata la inflación y siguen sin solución real los problemas del subdesarrollo? (J.L. Vega)

Hipérbole. Exagera una verdad para inculcarla con más fuerza.

Más que un poeta único. Ezra Pound parece un grupo de poetas de escuelas diferentes. (J. Coronel U)

Prosopopeya. Da vida a los seres inanimados.

Costa Rica está situada en una zona en que el Istmo centroamericano se adelgaza más y más descendiendo hacia la cintura del continente donde el Canal de Panamá muestra su herida abierta. (I. F. Azofeifa.

En el ensayo las figuras retóricas deben usarse con mesura y plena justificación. Es necesario que estén al servicio de las ideas fundamentales que se quieren impulsar.

5.3. Estilo del ensayo
El ensayo es un género moderno. Es por tanto un producto en el que se refleja el sentido práctico contemporáneo. En consecuencia, su lenguaje debe ser directo pero sin perder elegancia; su forma demanda sencillez aunque con cuidado de la rigurosidad; su contenido exige información precisa, pero rechaza el detallismo superficial.

El ensayista dirá lo que tenga que decir y callará lo innecesario. Planeará meticulosamente su planteamiento y lo expresará en el mínimo de palabras posible.

Le corresponderá garantizar su escrito contra la retórica innecesaria, la vaguedad, la repetición, la inconsistencia. Con ese fin debe planear ,. Investigar, ejecutar y revisar su producto.

En tiempos ya no tan modernos, Santiago Ramón y Cajal (1896) describen el estilo de los trabajos científicos:

En síntesis, el estilo de nuestro trabajo será genuinamente didáctico, sobrio, sencillo, sin afectación, y sin acusar otras preocupaciones que el orden y la claridad.

(tomado de Cientec)

jueves, febrero 28, 2008

Un fragmento de la Divina Comedia de Dante, Canto X

CANTO X



Siguió entonces por una oculta senda

entre aquella muralla y los martirios

mi Maestro, y yo fui tras de sus pasos. 3





«Oh virtud suma, que en los infernales

circulos me conduces a tu gusto,

háblame y satisface mis deseos: 6



a la gente que yace en los supulcros

¿la podré ver?, pues ya están levantadas

todas las losas, y nadie vigila.» 9



Y él repuso: «Cerrados serán todos

cuando aquí vuelvan desde Josafat

con los cuerpos que allá arriba dejaron. 12[L95]



Su cementerio en esta parte tienen

con Epicuro todos sus secuaces 14[L96]

que el alma, dicen, con el cuerpo muere. 15



Pero aquella pregunta que me hiciste

pronto será aquí mismo satisfecha,

y también el deseo que me callas.» 18[L97]



Y yo: «Buen guía, no te oculta nada

mi corazón, si no es por hablar poco;

y tú me tienes a ello predispuesto.» 21



«Oh toscano que en la ciudad del fuego 22[L98]

caminas vivo, hablando tan humilde,

te plazca detenerte en este sitio, 24



porque tu acento demuestra que eres

natural de la noble patria aquella

a la que fui, tal vez, harto dañoso.» 27



Este son escapó súbitamente

desde una de las arcas; y temiendo,

me arrimé un poco más a mi maestro. 30



Pero él me dijo: « Vuélvete, ¿qué haces?

mira allí a Farinatta que se ha alzado;

le verás de cintura para arriba.» 33



Fijado en él había ya mi vista;

y aquél se erguía con el pecho y frente

cual si al infierno mismo despreciase. 36



Y las valientes manos de mi guía

me empujaron a él entre las tumbas,

diciendo: «Sé medido en tus palabras.» 39



Como al pie de su tumba yo estuviese,

me miró un poco, y como con desdén,

me preguntó: «¿Quién fueron tus mayores?» 42



Yo, que de obedecer estaba ansioso,

no lo oculté, sino que se lo dije,

y él levantó las cejas levemente. 45



«Con fiereza me fueron adversarios

a mí y a mi partido y mis mayores,

y así dos veces tuve que expulsarles.» 48



« Si les echaste ‑dije‑ regresaron

de todas partes, una y otra vez;

mas los vuestros tal arte no aprendieron.» 51



Surgió entonces al borde de su foso

otra sombra, a su lado, hasta la barba: 53[L99]

creo que estaba puesta de rodillas. 54



Miró a mi alrededor, cual si propósito

tuviese de encontrar conmigo a otro,

y cuando fue apagada su sospecha, 57



llorando dijo: «Si por esta ciega

cárcel vas tú por nobleza de ingenio,

¿y mi hijo?, ¿por qué no está contigo?» 60



Y yo dije: «No vengo por mí mismo,

el que allá aguarda por aquí me lleva

a quien Guido, tal vez, fue indiferente.» 63[L100]



Sus palabras y el modo de su pena

su nombre ya me habian revelado;

por eso fue tan clara mi respuesta. 66



Súbitamente alzado gritó: «¿Cómo

has dicho?, ¿Fue?, ¿Es que entonces ya no vive?

¿La dulce luz no hiere ya sus ojos?» 69[L101]



Y al advertir que una cierta demora

antes de responderle yo mostraba,

cayó de espaldas sin volver a alzarse. 72



Mas el otro gran hombre, a cuyo ruego

yo me detuve, no alteró su rostro,

ni movió el cuello, ni inclinó su cuerpo. 75



Y así, continuando lo de antes,

«Que aquel arte ‑me dijo‑ mal supieran,

eso, más que este lecho, me tortura. 78



Pero antes que cincuenta veces arda 79[L102]

la faz de la señora que aquí reina,

tú has de saber lo que tal arte pesa. 81



Y así regreses a ese dulce mundo,

dime, ¿por qué ese pueblo es tan impío

contra los míos en todas sus leyes?» 84[L103]



Y yo dije: «El estrago y la matanza

que teñirse de rojo al Arbia hizo, 86[L104]

obliga a tal decreto en nuestros templos.» 87



Me respondió moviendo la cabeza:

«No estuve solo álli, ni ciertamente

sin razón me movi con esos otros: 90



mas estuve yo solo, cuando todos

en destruir Florencia consentían,

defendiéndola a rostro descubierto.» 93



«Ah, que repose vuestra descendencia

‑yo le rogué‑, este nudo desatadme

que ha enmarañado aquí mi pensamiento. 96



Parece que sabéis, por lo que escucho, 97[L105]

lo que nos trae el tiempo de antemano,

mas usáis de otro modo en lo de ahora.» 99



«Vemos, como quien tiene mala luz,

las cosas ‑dijo‑ que se encuentran lejos,

gracias a lo que esplende el Sumo Guía. 102



Cuando están cerca, o son, vano es del todo

nuestro intelecto; y si otros no nos cuentan,

nada sabemos del estado humano. 105



Y comprender podrás que muerto quede

nuestro conocimiento en aquel punto

que se cierre la puerta del futuro.» 108



Arrepentido entonces de mi falta,

dije: «Diréis ahora a aquel yacente

que su hijo aún se encuentra con los vivos; 111



y si antes mudo estuve en la respuesta,

hazle saber que fue porque pensaba

ya en esa duda que me habéis resuelto.» 114[L106]



Y ya me reclamaba mi maestro;

y yo rogué al espíritu que rápido

me refiriese quién con él estaba. 117



Díjome: «Aquí con más de mil me encuentro;

dentro se halla el segundo Federico, 119[L107]

y el Cardenal, y de los otros callo.» 120[L108]



Entonces se ocultó; y yo hacia el antiguo

poeta volví el paso, repensando

esas palabras que creí enemigas. 123



Él echó a andar y luego, caminando,

me dijo: «¿Por qué estás tan abatido?»

Y yo le satisfice la pregunta. 126



« Conserva en la memoria lo que oíste

contrario a ti ‑me aconsejó aquel sabio-

­y atiende ahora ‑y levantó su dedo‑: 129



cuando delante estés del dulce rayo

de aquella cuyos ojos lo ven todo 131[L109]

de ella sabrás de tu vida el viaje. 132



Luego volvió los pies a mano izquierda:

dejando el muro, fuimos hacia el centro

por un sendero que conduce a un valle, 135

cuyo hedor hasta allí desagradaba.

viernes, noviembre 30, 2007

Fragmento del Bhagavad Gita, La Canción del Señor

Capítulo Dos



Resumen del contenido del Gita



Bg 2.1 Sañjaya dijo: Al ver a Arjuna lleno de compasión, con el ánimo decaído y los ojos colmados de lágrimas, Madhusudana, Krsna, se dirigió a él con las siguientes palabras.



Bg 2.2 La Suprema Personalidad de Dios dijo: Mi querido Arjuna, ¿cómo te han aparecido estas impurezas? No son propias en absoluto de un hombre que conoce el valor de la vida, y no conducen a los planetas superiores, sino a la infamia.



Bg 2.3 ¡Oh, hijo de Prtha!, no cedas a esta impotencia degradante. No es digna de ti. Abandona esa mezquina flaqueza del corazón y levántate, ¡oh, castigador del enemigo!



Bg 2.4 Arjuna dijo: ¡Oh, destructor de los enemigos!, ¡oh, destructor de Madhu!, ¿cómo voy a contraatacar con flechas en una batalla a hombres tales como Bhisma y Drona, que son dignos de mi veneración?



Bg 2.5 Sería mejor vivir en este mundo mendigando, que vivir a costa de la vida de grandes almas que son mis maestros. Aunque ellos busquen un provecho mundano, son mis superiores. Si ellos son matados, todo de lo que disfrutemos estará manchado de sangre.



Bg 2.6 Ni sabemos qué es mejor para nosotros: si conquistarlos o ser conquistados por ellos. Si matáramos a los hijos de Dhrtarastra no nos importaría seguir viviendo, pero ahora ellos están ante nosotros en este campo de batalla.



Bg 2.7 Ahora estoy confundido en cuanto a mi deber, y he perdido toda compostura a causa de una mezquina flaqueza. En esta condición, Te pido que me digas claramente qué es lo mejor para mí. Ahora soy Tu discípulo y un alma entregada a Ti. Por favor, instrúyeme.



Bg 2.8 No encuentro ninguna forma de apartar este pesar que me está secando los sentidos. No podré disiparlo ni siquiera si obtengo en la Tierra un reino próspero y sin igual, con una soberanía tal como la de los semidioses en el cielo.



Bg 2.9 Sañjaya dijo: Habiendo hablado así, Arjuna, el castigador de los enemigos, le dijo a Krsna "Govinda, no pelearé", y enmudeció.



Bg 2.10 ¡Oh, descendiente de Bharata!, en ese momento, Krsna, sonriendo en medio de ambos ejércitos, se dirigió al acongojado Arjuna con las siguientes palabras.



Bg 2.11 La Suprema Personalidad de Dios dijo: Mientras hablas con palabras cultas, te lamentas por lo que no es digno de lamentarse. Aquellos que son sabios no se lamentan ni por los vivos ni por los muertos.



Bg 2.12 Nunca hubo un tiempo en el que Yo no existiera, ni tú, ni todos estos reyes; y en el futuro, ninguno de nosotros dejará de existir.



Bg 2.13 Así como en este cuerpo el alma encarnada pasa continuamente de la niñez a la juventud y luego a la vejez, de la misma manera el alma pasa a otro cuerpo en el momento de la muerte. A la persona sensata no la confunde ese cambio.



Bg 2.14 ¡Oh, hijo de Kunti!, la aparición temporal de la felicidad y la aflicción, y su desaparición a su debido tiempo, es como la aparición y desaparición de las estaciones del invierno y el verano. Todo ello tiene su origen en la percepción de los sentidos, ¡oh, vástago de Bharata!, y uno debe aprender a tolerarlo sin perturbarse.



Bg 2.15 ¡Oh, tú, el mejor entre los hombres [Arjuna]!, la persona que no se perturba ante la felicidad y la aflicción, y que permanece estable en medio de ambas, es sin duda merecedora de la liberación.



Bg 2.16 Los videntes de la verdad han concluido que, de lo no existente [el cuerpo material] no hay permanencia, y de lo eterno [el alma] no hay cambio. Esto lo han concluido del estudio de la naturaleza de ambos.



Bg 2.17 Sabed que aquello que se difunde por todo el cuerpo es indestructible. Nadie puede destruir a esa alma imperecedera.



Bg 2.18 El cuerpo material de la entidad viviente eterna, indestructible e inconmensurable, tiene un final con toda certeza; por lo tanto, pelea, ¡oh descendiente de Bharata!



Bg 2.19 Tanto el que cree que la entidad viviente es la que mata como el que cree que ésta es matada, carecen de conocimiento, pues el ser ni mata ni es matado.



Bg 2.20 Para el alma no existe el nacimiento ni la muerte en ningún momento. Ella no ha llegado a ser, no llega a ser y no llegará a ser. El alma es innaciente, eterna, permanente y primordial. No se la mata cuando se mata el cuerpo.



Bg 2.21 ¡Oh, Partha!, una persona que sabe que el alma es indestructible, eterna, innaciente e inmutable, ¿cómo puede matar a alguien o hacer que alguien mate?



Bg 2.22 Así como una persona se pone ropa nueva y desecha la vieja, así mismo el alma acepta nuevos cuerpos materiales, desechando los viejos e inservibles.



Bg 2.23 Al alma nunca puede cortarla en pedazos ningún arma, ni puede el fuego quemarla, ni el agua humedecerla, ni el viento marchitarla.



Bg 2.24 Esta alma individual es irrompible e insoluble, y no se la puede quemar ni secar. El alma está en todas partes, y es sempiterna, inmutable, inmóvil y eternamente la misma.



Bg 2.25 Se dice que el alma es invisible, inconcebible e inmutable. Sabiendo esto, no debes afligirte por el cuerpo.



Bg 2.26 Sin embargo, si crees que el alma [o el conjunto de las señales de vida] nace siempre y muere para siempre, aun así no tienes por qué lamentarte, ¡oh, tú, el de los poderosos brazos!



Bg 2.27 Aquel que ha nacido, es seguro que va a morir, y, después de morir, es seguro que uno volverá a nacer. Por consiguiente, en el ineludible desempeño de tu deber, no debes lamentarte.



Bg 2.28 Todos los seres creados son no manifiestos en el comienzo, manifiestos en el ínterin, y de nuevo no manifiestos cuando son aniquilados. Entonces, ¿qué necesidad hay de lamentarse?



Bg 2.29 Algunos consideran que el alma es asombrosa, otros la describen como asombrosa, y otros más oyen hablar de ella como algo asombroso, mientras que hay otros que, incluso después de oír hablar de ella, no logran comprenderla en absoluto.



Bg 2.30 ¡Oh, descendiente de Bharata!, aquel que mora en el cuerpo nunca puede ser matado. Por lo tanto, no tienes que afligirte por ningún ser viviente.



Bg 2.31 Considerando tu deber específico como ksatriya, debes saber que no hay mejor ocupación para ti que la de pelear en base a los principios religiosos; así que, no tienes por qué titubear.



Bg 2.32 ¡Oh Partha!, dichosos los ksatriyas a quienes se les presentan semejantes oportunidades de pelea sin buscarlas, abriéndoles las puertas de los planetas celestiales.



Bg 2.33 Sin embargo, si no cumples con tu deber religioso de pelear, entonces ciertamente que incurrirás en pecado por desatender tus deberes, y, en consecuencia, perderás tu buena reputación como guerrero.



Bg 2.34 La gente siempre hablará de tu infamia, y para una persona respetable la deshonra es peor que la muerte.



Bg 2.35 Los grandes generales que han tenido tu nombre y fama en alta estima, pensarán que abandonaste el campo de batalla sólo por temor, y, así pues, te considerarán insignificante.



Bg 2.36 Tus enemigos se referirán a ti con muchas palabras ásperas y desdeñarán tu habilidad. ¿Qué podría ser más doloroso para ti?



Bg 2.37 ¡Oh, hijo de Kunti!, o bien eres matado en el campo de batalla y vas a los planetas celestiales, o bien triunfas y disfrutas del reino terrenal. Levántate, pues, con determinación, y pelea.



Bg 2.38 Pelea por pelear, sin tomar en cuenta la felicidad ni la aflicción, la pérdida ni la ganancia, la victoria ni la derrota, y, por actuar así, nunca incurrirás en pecado.



Bg 2.39 Hasta aquí te he descrito este conocimiento a través del estudio analítico. Ahora escucha la explicación que voy a dar de ello en términos del trabajo que se realiza sin resultados fruitivos. ¡Oh, hijo de Prtha!, cuando actúes con esa clase de conocimiento, podrás liberarte del cautiverio de las obras.



Bg 2.40 En este esfuerzo no hay pérdida ni disminución alguna, y un pequeño adelanto en esta senda puede protegerlo a uno del peligro más temible de todos.



Bg 2.41 Aquellos que están en este sendero son muy resueltos, y su objetivo es uno. ¡Oh, amado hijo de los Kurus!, la inteligencia de los irresolutos tiene innumerables ramificaciones.



Bg 2.42-43 Hombres de escaso conocimiento se apegan mucho a las floridas palabras de los Vedas, que recomiendan diversas actividades fruitivas en aras de la elevación a los planetas celestiales, la consiguiente buena cuna, poder, etc. Como ellos están deseosos de disfrutar de los sentidos y de tener una vida opulenta, dicen que eso es todo lo que hay.



Bg 2.44 En la mente de aquellos que están demasiado apegados al goce de los sentidos y a la opulencia material, y que están confundidos por esas cosas, no se presenta la determinación resuelta de prestarle servicio devocional al Señor Supremo.



Bg 2.45 Los Vedas tratan principalmente de las tres modalidades de la naturaleza material. ¡Oh, Arjuna!, vuélvete trascendental a todas ellas. Libérate de todas las dualidades y de todas las ansiedades que proceden del anhelo de ganancia y seguridad, y establécete en el Ser.



Bg 2.46 Todos los propósitos que cumple un pequeño pozo, puede cumplirlos de inmediato un gran depósito de agua. De igual modo, todos los propósitos de los Vedas pueden ser cumplidos por aquel que conoce el propósito que hay detrás de ellos.



Bg 2.47 Tú tienes derecho a desempeñar tu deber prescrito, mas no a los frutos de la acción. Nunca consideres que eres la causa de los resultados de tus actividades, y jamás te apegues a no cumplir con tu deber.



Bg 2.48 Desempeña tu deber de un modo equilibrado, ¡oh, Arjuna!, abandonando todo apego al éxito o al fracaso. Esa clase de ecuanimidad se denomina yoga.



Bg 2.49 Desempeña tu deber de un modo equilibrado, ¡oh, Arjuna!, abandonando todo apego al éxito o al fracaso. Esa clase de ecuanimidad se denomina yoga.



Bg 2.50 Incluso en esta vida, el hombre que está dedicado al servicio devocional se libra tanto de las acciones buenas como de las malas. Por consiguiente, esfuérzate por el yoga, que es el arte de todo trabajo.



Bg 2.51 Por dedicarse de ese modo a prestarle servicio devocional al Señor, grandes sabios o devotos se liberan de los resultados del trabajo en el mundo material. De esa manera, quedan libres del ciclo del nacimiento y la muerte, y alcanzan el estado que se encuentra más allá de todos los sufrimientos [al ir de vuelta a Dios].



Bg 2.52 Cuando tu inteligencia haya salido del espeso bosque de la ilusión, te volverás indiferente a todo lo que se ha oído y a todo lo que habrá de oírse.



Bg 2.53 Cuando tu mente ya no se perturbe con el florido lenguaje de los Vedas, y cuando permanezca fija en el trance de la autorrealización, habrás llegado entonces a la conciencia divina.



Bg 2.54 Arjuna dijo: ¡Oh, Krsna!, ¿cuáles son las señas de aquel cuya conciencia está absorta así en la trascendencia? ¿Cómo habla y qué lenguaje usa? ¿Cómo se sienta y cómo camina?



Bg 2.55 La Suprema Personalidad de Dios dijo: ¡Oh, Partha!, se dice que un hombre se halla en estado de conciencia trascendental pura, cuando abandona todas las variedades de deseos de complacer los sentidos, deseos que surgen de la invención mental, y cuando su mente, purificada de ese modo, encuentra satisfacción únicamente en el ser.



Bg 2.56 Aquel cuya mente no se perturba ni siquiera en medio de las tres clases de sufrimientos, ni se alboroza en los momentos de felicidad, y que está libre de apego, temor e ira, se dice que es un sabio de mente estable.



Bg 2.57 En el mundo material, aquel a quien no lo afecta ningún bien o mal que pueda obtener, y que ni lo alaba ni lo desprecia, tiene firmemente en su posesión el conocimiento perfecto.



Bg 2.58 Aquel que es capaz de apartar los sentidos de los objetos de los sentidos, tal como la tortuga guarda las extremidades dentro del caparazón, tiene firmemente en su posesión el conocimiento perfecto.



Bg 2.59 Al alma encarnada se la puede alejar del disfrute de los sentidos, aunque el gusto por los objetos de los sentidos aún quede en ella. Pero, al experimentar un gusto superior y dejar por ello semejantes ocupaciones, su conciencia queda fija.



Bg 2.60 ¡Oh, Arjuna!, los sentidos son tan fuertes e impetuosos, que incluso arrastran a la fuerza la mente del hombre de buen juicio que se esfuerza por controlarlos.¡Oh, Arjuna!, los sentidos son tan fuertes e impetuosos, que incluso arrastran a la fuerza la mente del hombre de buen juicio que se esfuerza por controlarlos.



Bg 2.61 Aquel que restringe los sentidos, manteniéndolos totalmente bajo control, y fija su conciencia en Mí, es conocido como un hombre de inteligencia estable.



Bg 2.62 Al contemplar los objetos de los sentidos, en la persona se desarrolla el apego a ellos, de ese apego nace la lujuria, y de la lujuria surge la ira.



Bg 2.63 De la ira surge la ilusión completa, y de la ilusión, la confusión de la memoria. Cuando la memoria se confunde, se pierde la inteligencia, y al perder la inteligencia, uno cae de nuevo al charco material.



Bg 2.64 Pero una persona que está libre de todo apego y aversión, y que es capaz de controlar los sentidos por medio de principios que regulan la libertad, puede conseguir toda la misericordia del Señor.



Bg 2.65 Para aquel que se encuentra satisfecho de ese modo [en el estado de conciencia de Krsna], dejan de existir las tres clases de sufrimientos de la existencia material; con la conciencia así de satisfecha, la inteligencia de uno pronto queda bien establecida.



Bg 2.66 Aquel que no está relacionado con el Supremo [mediante el estado de conciencia de Krsna], no puede tener ni inteligencia trascendental ni una mente estable, sin lo cual no hay posibilidad de encontrar la paz. Y ¿cómo puede haber felicidad alguna sin paz?



Bg 2.67 Así como un fuerte viento arrastra un bote que se encuentre en el agua, así mismo uno sólo de los errantes sentidos en el que se concentre la mente, puede arrastrar la inteligencia del hombre.



Bg 2.68 Por lo tanto, ¡oh, tú, el de los poderosos brazos!, todo aquel cuyos sentidos están apartados de sus objetos, tiene sin duda una inteligencia firmemente establecida.



Bg 2.69 Lo que es la noche para todos los seres, es el período en que el autocontrolado se despierta; y el período en que todos los seres se despiertan, es la noche para el sabio introspectivo.



Bg 2.70 La persona que no se perturba por el incesante fluir de los deseos —que entran en ella como los ríos en el océano, el cual, aunque siempre se está llenando, permanece calmado—, es la única que puede encontrar la paz, y no el hombre que se esfuerza por satisfacer dichos deseos.



Bg 2.71 Sólo puede encontrar la verdadera paz la persona que ha renunciado a todos los deseos de complacer los sentidos, que vive libre de deseos, que ha renunciado a todo sentido de posesión y que está desprovista de ego falso.



Bg 2.72 Ése es el camino de la vida espiritual y divina. Después de llegar a ella, el hombre no se confunde. Si incluso a la hora de la muerte uno se encuentra en ese estado, puede entrar en el Reino de Dios.

sábado, noviembre 03, 2007

Fragmentos textos bíblicos 1era parte (PSEC Nocturno)

Libro de Génesis

22 Aconteció después de estas cosas que Dios probó a Abraham, diciéndole:

-Abraham.

El respondió:

-Heme aquí.

2 Y le dijo:

-Toma a tu hijo, a tu único, a Isaac a quien amas. Vé a la tierra de Moriah y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.

3 Abraham se levantó muy de mañana. Enalbardó su asno, tomó consigo a dos de sus siervos jóvenes y a Isaac su hijo. Partió leña para el holocausto, y levantándose, fue al lugar que Dios le dijo. 4 Al tercer día Abraham alzó sus ojos y divisó el lugar de lejos. 5 Entonces Abraham dijo a sus siervos:

-Esperad aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a vosotros.

6 Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre Isaac su hijo. El tomó en la mano el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos.

7 Entonces Isaac dijo a Abraham su padre:

-Padre mío . . .

Y él respondió:

-Heme aquí, hijo mío.

Le dijo:

-He aquí el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?

8 Abraham respondió:

-Dios mismo proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.

E iban los dos juntos. 9 Cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, Abraham edificó allí un altar. Arregló la leña, ató a Isaac su hijo y lo puso sobre el altar encima de la leña. 10 Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. 11 Entonces el ángel de Jehovah llamó desde el cielo diciendo:

-¡Abraham! ¡Abraham!

El respondió:

-Heme aquí.

12 Y le dijo:

-No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada, porque ahora conozco que temes a Dios, ya que no me has rehusado tu hijo, tu único.

13 Entonces Abraham alzó la vista y miró, y he aquí que detrás de sí estaba un carnero trabado por sus cuernos en un matorral. Abraham fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. 14 Abraham llamó el nombre de aquel lugar Jehovah-yireh. Por eso se dice hasta hoy: "En el monte de Jehovah será provisto."

15 El ángel de Jehovah llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, 16 y le dijo:

-He jurado por mí mismo, dice Jehovah, que porque has hecho esto y no me has rehusado tu hijo, tu único, 17 de cierto te bendeciré y en gran manera multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está en la orilla del mar. Tu descendencia poseerá las ciudades de sus enemigos. 18 En tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste mi voz.

19 Abraham regresó a sus siervos, y levantándose se fueron juntos a Beerseba. Y Abraham habitó en Beerseba.

viernes, noviembre 02, 2007

El Cantar de los Cantares

Capítulo 1

La esposa y las hijas de Jerusalén

1:1 Cantar de los cantares, el cual es de Salomón.
1:2 ¡Oh, si él me besara con besos de su boca!

Porque mejores son tus amores que el vino.
1:3 A más del olor de tus suaves ungüentos,

Tu nombre es como ungüento derramado;
Por eso las doncellas te aman.
1:4 Atráeme; en pos de ti correremos.
El rey me ha metido en sus cámaras;
Nos gozaremos y alegraremos en ti;
Nos acordaremos de tus amores más que del vino;
Con razón te aman.
1:5 Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable
Como las tiendas de Cedar,
Como las cortinas de Salomón.
1:6 No reparéis en que soy morena,
Porque el sol me miró.
Los hijos de mi madre se airaron contra mí;
Me pusieron a guardar las viñas;
Y mi viña, que era mía, no guardé.
1:7 Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía;
Pues ¿por qué había de estar yo como errante
Junto a los rebaños de tus compañeros?
1:8 Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres,
Ve, sigue las huellas del rebaño,
Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.

La esposa y el esposo

1:9 A yegua de los carros de Faraón
Te he comparado, amiga mía.
1:10 Hermosas son tus mejillas entre los pendientes,
Tu cuello entre los collares.
1:11 Zarcillos de oro te haremos,
Tachonados de plata.
1:12 Mientras el rey estaba en su reclinatorio,
Mi nardo dio su olor.
1:13 Mi amado es para mí un manojito de mirra,
Que reposa entre mis pechos.
1:14 Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi
Es para mí mi amado.
1:15 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
1:16 He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce;
Nuestro lecho es de flores.
1:17 Las vigas de nuestra casa son de cedro,
Y de ciprés los artesonados.





Capítulo 2

2:1 Yo soy la rosa de Sarón,
Y el lirio de los valles.
2:2 Como el lirio entre los espinos,
Así es mi amiga entre las doncellas.
2:3 Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
2:4 Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
2:5 Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
2:6 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
2:7 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
2:8 ¡La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
2:9 Mi amado es semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
2:10 Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:11 Porque he aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
2:12 Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
2:13 La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
2:14 Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
2:15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en cierne.
2:16 Mi amado es mío, y yo suya;
El apacienta entre lirios.
2:17 Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de Beter.



Capítulo 3

El ensueño de la esposa

3:1 Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
3:2 Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad;
Por las calles y por las plazas
Buscaré al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
3:3 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad,
Y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?
3:4 Apenas hube pasado de ellos un poco,
Hallé luego al que ama mi alma;
Lo así, y no lo dejé,
Hasta que lo metí en casa de mi madre,
Y en la cámara de la que me dio a luz.
3:5 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.

El cortejo de bodas

3:6 ¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo,
Sahumada de mirra y de incienso
Y de todo polvo aromático?
3:7 He aquí es la litera de Salomón;
Sesenta valientes la rodean,
De los fuertes de Israel.
3:8 Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra;
Cada uno su espada sobre su muslo,
Por los temores de la noche.
3:9 El rey Salomón se hizo una carroza
De madera del Líbano.
3:10 Hizo sus columnas de plata,
Su respaldo de oro,
Su asiento de grana,
Su interior recamado de amor
Por las doncellas de Jerusalén.
3:11 Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomón
Con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio,
Y el día del gozo de su corazón.

sábado, octubre 20, 2007

Canto XIX de La Odisea

1 Quedóse en el palacio el divinal Odiseo y, junto con Atenea, pensaba en la matanza de los pretendientes cuando de súbito dijo a Telémaco estas aladas palabras:

4 —¡Telémaco! Es preciso llevar adentro todas las marciales armas y engañar a los pretendientes con blandos dichos cuando las echen de menos y te pregunten por ellas:

7 "Las he llevado lejos del humo, porque ya no parecen las que dejó Odiseo al partir para Troya; sino que están afeadas en la parte que alcanzó el ardor del fuego. Además, alguna deidad me sugirió en la mente esta otra razón más poderosa: no sea que, embriagándoos, trabéis una disputa, os hiráis los unos a los otros, y mancilléis el convite y el noviazgo; que ya el hierro por sí solo atrae al hombre."

14 Así se expresó. Telémaco obedeció a su padre y, llamando a su nodriza Euriclea, hablóle de esta suerte:

16 —¡Ama! Ea, tenme encerradas las mujeres en sus habitaciones, mientras llevo a otro cuarto las magníficas armas de mi padre, pues en su ausencia nadie las cuida y el humo las enmohece. Hasta aquí he sido niño. Mas ahora quiero depositarlas donde no las alcance el ardor del fuego.

21 Respondióle su nodriza Euriclea:

22 —¡Oh, hijo! Ojalá hayas adquirido la necesaria prudencia para cuidarte de la casa y conservar tus heredades. Pero ¿quién será la que vaya contigo llevándote la luz, si no dejas venir las esclavas, que te habrían alumbrado?

26 Contestóle el prudente Telémaco:

27 —Ese huésped: pues no toleraré que permanezca ocioso quien coma de lo mío, aunque haya llegado de lejas tierras.

29 Así dijo y ninguna palabra voló de los labios de Euriclea, que cerró las puertas de las cómodas habitaciones.

31 Odiseo y su ilustre hijo se apresuraron a llevar adentro los cascos, los abollonados escudos y las agudas lanzas; y precedíale Palas Atenea con lámpara de oro que daba luz hermosísima.

35 Y Telémaco dijo de repente a su padre:

36 —¡Oh, padre! Grande es el prodigio que contemplo con mis propios ojos: las paredes del palacio, los bonitos intercolumnios, las vigas de abeto y los pilares encumbrados aparecen a mi vista como si fueran ardiente fuego. Sin duda debe de estar aquí alguno de los dioses que poseen el anchuroso cielo.

41 Respondióle el ingenioso Odiseo:

42 —Calla, refrena tu pensamiento y no me interrogues pero de este modo suelen proceder, en efecto, los dioses que habitan el Olimpo. Ahora acuéstate, y yo me quedaré para provocar todavía a las esclavas y departir con tu madre la cual, lamentándose, me preguntará muchas cosas.

47 Así habló; y Telémaco se fue por el palacio, a la luz de las resplandecientes antorchas, y se recogió en el aposento donde solía dormir cuando el dulce sueño le vencía: allí se acostó para aguardar la divinal Eos.

51 Mas el divino Odiseo se quedó en la sala, y junto con Atenea pensaba en la matanza de los pretendientes.

53 Salió de su cuarto la discreta Penelopea, que parecía Artemis o la dorada Afrodita, y colocáronle junto al hogar el torneado sillón, con adornos de marfil y plata, en que se sentaba; el cual había sido fabricado antiguamente por el artífice Icmalio, que le puso un escabel para los pies, adherido al mismo y cubierto con una grande piel. Allí se sentó la discreta Penelopea. Llegaron de dentro de la casa las doncellas de níveos brazos, retiraron el abundante pan, las mesas, y las copas en que bebían los soberbios pretendientes, y, echando por tierra las brasas de los tederos, amontonaron en ellos gran cantidad de leña para que hubiese luz y calor.

65 Y Melanto reprendió a Odiseo por segunda vez.

66 —¡Forastero! ¿Nos importunarás todavía, andando por la casa durante la noche y espiando a las mujeres? Vete afuera, oh mísero, y conténtate con lo que comiste, o muy pronto te echarán a tizonazos.

70 Mirándola con torva faz, exclamó el ingenioso Odiseo:

71 —¡Desdichada! ¿Por qué me acometes de esta manera, con ánimo irritado? ¿Quizás porque voy sucio, cubro mi cuerpo con miserables vestiduras y pido limosna por la población? La necesidad me fuerza a ello, y así son los mendigos y los vagabundos. Pues en otra época también yo fui dichoso entre los hombres, habité una rica morada y en multitud de ocasiones di limosna al vagabundo, cualquiera que fuese y hallárase en la necesidad en que se hallase; entonces poseía innumerables siervos y otras muchas cosas con las cuales los hombres viven en regalo y gozan fama de opulentos. Mas Zeus Cronión me arruinó, porque así lo quiso.

81 No sea que también tu, oh mujer, vayas a perder toda la hermosura de que haces gala entre las esclavas; que tu señora, irritándose, se embravezca contigo; o que Odiseo llegue, pues aún hay esperanzas de que torne. Y si, por haber muerto, no volviese, ya su hijo Telémaco es tal, por la voluntad de Apolo, que ninguna de las mujeres del palacio le pasará inadvertida si fuere mala; pues ya tiene edad para entenderlo.

89 Así habló. Oyóle la discreta Penelopea y reprendió a la esclava diciéndole estas palabras:

91 —¡Atrevida! ¡Perra desvergonzada! No se me oculta en lo más mínimo la mala acción que está cometiendo y que pagarás con tu cabeza. Muy bien te constaba, por haberlo oído de mi boca, que he de preguntar al forastero en esta sala acerca de mi esposo; pues me hallo sumamente afligida.

96 Dijo; y acto continuo dirigió estas palabras a Eurínome, la despensera:

97 —¡Eurínome! Trae una silla y cúbrela con una pelleja, a fin de que se acomode el forastero, y hable y me escuche, que deseo interrogarle.

100 Así habló. Con gran diligencia trajo Eurínome una pulimentada silla, la cubrió con una pelleja, y en ella tomó asiento el paciente divinal Odiseo. Entonces rompió el silencio la discreta Penelopea, hablando de esta suerte:

104 —¡Forastero! Ante todas cosas quiero hacerte yo misma estas preguntas: ¿Quién eres y de qué país procedes? ¿Dónde se hallan tu ciudad y tus padres?

106 Respondióle el ingenioso Odiseo:

107 —¡Oh, mujer! Ninguno de los mortales de la vasta tierra podría censurarte, pues tu gloria llega hasta el anchuroso cielo como la de un rey eximio y temeroso de los dioses, que impera sobre muchos y esforzados hombres, hace que triunfe la justicia, y al amparo de su buen gobierno la negra tierra produce trigo y cebada, los árboles se cargan de fruta, las ovejas paren hijuelos robustos, el mar da peces, y son dichosos los pueblos que le están sometidos. Mas ahora que nos hallamos en tu casa, hazme otras preguntas, y no te empeñes en averiguar mi linaje, ni mi patria: no sea que con la memoria acrecientes los pesares de mi corazón, pues he sido muy desgraciado. Y tampoco conviene que en casa ajena esté llorando y lamentándome porque es muy malo afligirse siempre y sin descanso: no fuera que alguna de las esclavas se enojara conmigo, o tú misma, y dijerais que derramo lágrimas porque el vino me perturbó el entendimiento.

123 Contestóle en seguida la discreta Penelopea:

124 —¡Forastero! Mil gracias -la belleza y la gala de mi cuerpo- destruyéronlas los inmortales cuando los argivos partieron para Ilión y se fue con ellos mi esposo Odiseo. Si éste, volviendo, cuidara de mi vida, mayor y más hermosa fuera mi gloria, pues estoy angustiada por tantos males como me envió algún dios. Cuantos próceres mandan en las islas, en Duliquio, en Same y la selvosa Zacinto, y cuantos viven en la propia Itaca, que se ve de lejos, me pretenden contra mi voluntad y arruinan la casa.

134 Por esto no me curo de los huéspedes, ni de los suplicantes, ni de los heraldos, que son ministros públicos; sino que, padeciendo soledad de Odiseo, se me consume el ánimo. Ellos me dan prisa a que me case, y yo tramo engaños. Primeramente sugirióme un dios que me pusiese a tejer en el palacio una gran tela sutil e interminable, y entonces les hablé de este modo:

141 "Jóvenes pretendientes míos! Ya que ha muerto el divino Odiseo, aguardad, para instar mis bodas, que acabe este lienzo -no sea que se me pierdan inútilmente los hilos- a fin de que tenga sudario el héroe Laertes cuando le sorprenda la Moira fatal de la aterradora muerte. ¡No se me vaya a indignar algún de las aqueas del pueblo si ve enterrar sin mortaja a un hombre que ha poseído tantos bienes!"

148 Así les dije y su ánimo generoso se dejó persuadir. Desde aquel instante pasábame el día labrando la gran tela, y por la noche, tan luego como me alumbraba con las antorchas, deshacía lo tejido.

151 De esta suerte logré ocultar el engaño y que mis palabras fueran creídas por los aqueos durante un trienio; mas así que vino el cuarto año y volvieron a sucederse las estaciones, después de transcurrir los meses y de pasar muchos días, entonces por las perras de mis esclavas, que de nada se cuidan, vinieron a sorprenderme y me reprendieron con sus palabras. Así fue como, mal de mi grado, me vi en la necesidad de acabar la tela. Ahora ni me es posible evitar las bodas, ni hallo ningún otro consejo que me valga. Mis padres desean apresurar el casamiento y mi hijo siente gran pena al notar cómo son devorados nuestros bienes, porque es hombre apto para regir la casa y Zeus le da gloria. Mas, con todo eso, dime tu linaje y de dónde eres, que no serán tus progenitores la encina o el peñasco de la vieja fábula.

164 RespondióIe el ingenioso Odiseo:

165 —¡Oh, veneranda esposa de Odiseo Laertíada! ¿No cesarás de interrogarme acerca de mi progenie? Pues bien, voy a decírtela, aunque con ello acrecientes los pesares que me agobian; pues así le ocurre al hombre que, como yo, anduvo mucho tiempo fuera de su patria, peregrinando por tantas ciudades y padeciendo fatigas. Mas con todo, te hablaré de aquello que me preguntas y acerca de lo cual me interrogas.

172 "En medio del vinoso ponto rodeada del mar, hay una tierra hermosa y fértil, Creta; y en ella muchos, innumerables hombre, y noventa ciudades. Allí se oyen mezcladas varias lenguas, pues viven en aquel país los aqueos, los magnánimos cretenses indígenas, los cidones, los dorios, que están divididos en tres tribus, y los divinos pelasgos. Entre las ciudades se halla Cnoso, gran población, en la cual reinó por espacio de nueve años Minos, que conversaba con el gran Zeus y fue padre de mi padre, del magnánimo Deucalión. Este engendróme a mí y al rey Idomeneo, que fue a Ilión en las corvas naves, juntamente con los Atridas; mi preclaro nombre es Etón y soy el más joven de los dos hermanos, pues aquel es el mayor y el más valiente.

185 En Cnoso conocí a Odiseo y aun le ofrecí los dones de la hospitalidad. El héroe enderezaba el viaje para Troya cuando la fuerza del viento lo apartó de Malea y lo llevó a Creta: y entonces ancoró sus barcos en un puerto peligroso en la desembocadura del Amniso, donde está la gruta de Ilitia, y a duras penas pudo escapar de la tormenta. Entróse en seguida por la ciudad y preguntó por Idomeneo que era, según afirmaba, su huésped querido y venerado; mas ya la aurora había aparecido diez u once veces desde que había zarpado para Ilión con sus corvas naves. Al punto lo conduje al palacio, le procuré digna hospitalidad, tratándole solícita y amistosamente -que en nuestra casa reinaba la abundancia- e hice que a él y a los compañeros que llevaba se les diera harina y negro vino en común por el pueblo, y también bueyes para que los sacrificaran y satisfacieran de este modo su apetito. Los divinos aqueos permanecieron con nosotros doce días, por soplar el Bóreas tan fuertemente que casi no se podía estar ni aun en la tierra. Debió de excitarlo alguna deidad malévola. Mas en el día treceno echóse el viento y se dieron a la vela."

203 De tal suerte forjaba su relato, refiriendo muchas cosas falsas que parecían verdaderas; y a Penelopea, al oírlo, le brotaban las lágrimas de los ojos y se le deshacía el cuerpo. Así como en las altas montañas se derrite la nieve al soplo del Euro después que el Céfiro la derribó, y la corriente de los ríos crece con la que se funde.

208 Así se derretían con el llanto las hermosas mejillas de Penelopea, que lloraba por su marido teniéndolo junto a sí. Odiseo, aunque interiormente compadecía a su mujer, que sollozaba, tuvo los ojos tan firmes dentro de los párpados cual si fueran de cuerno o de hierro, y logró con astucia que no se le rezumasen las lágrimas.

213 Y Penelopea, después que se hubo hartado de llorar y de gemir, tornó a hablarle con estas palabras:

215 —Ahora, oh huésped, pienso someterte a una prueba para saber si es verdad, como lo afirmas, que en tu palacio hospedaste a mi esposo con sus compañeros, iguales a los dioses. Dime que vestiduras llevaba su cuerpo y cómo eran el propio Odiseo y los compañeros que le seguían.

220 Respondióle el ingenioso Odiseo:

221 —¡Oh, mujer! Es difícil referirlo después de tanto tiempo, porque hace ya veinte años que se fue de allá y dejó mi patria; esto no obstante, te diré cómo se lo representa mi corazón. Llevaba el divinal Odiseo un manto lanoso, doble, purpúreo, con áureo broche de dos agujeros: en la parte anterior del manto estaba bordado un perro que tenía entre sus patas delanteras un manchado cervatillo, mirándole forcejear, y a todos pasmaba que, siendo entrambos de oro, aquél mirara al cervatillo a quien ahogaba, y éste forcejara con los pies, deseando escapar. En torno del cuerpo de Odiseo vi una espléndida túnica que semejaba árida binza de cebolla, ¡tan suave era!, y relucía como un sol; y muchas mujeres la contemplaban admiradas. Pero tengo que decirte una cosa que fijarás en tu memoria: no sé si Odiseo ya llevaría estas vestiduras en su casa o se las dio alguno de sus compañeros, cuando iba en su velera nave, o quizás algún huésped; que Odiseo tenía muchos amigos, pues eran pocos los aqueos que pudieran comparársele.

241 También yo le regalé una broncínea espada, un hermoso manto doble de color de púrpura, y una túnica orlada; después de lo cual fui a despedirle con gran respeto hasta su nave de muchos barcos. Acompañába le un heraldo un poco más viejo que él, y voy a decirte cómo era: metido de hombros, de negra tez y rizado cabello, y su nombre Euríbates. Honrábale Odiseo mucho más que a otro alguno de sus compañeros, porque ambos solían pensar de igual manera.

249 Así le dijo, y acrecentóle el deseo del llanto, pues Penelopea reconoció las señas que Odiseo iba describiendo con tal certidumbre. Y cuando estuvo harta de llorar y de gemir, le respondió con estas palabras:

253 —¡Oh, forastero! Aunque ya antes de ahora te tuve compasión, en adelante has de ser querido y venerado en esta casa; pues yo misma le entregué esas vestiduras que dices, sacándolas bien plegadas de mi estancia, y les puse el lustroso broche, para que le sirviese de ornamento a aquél a quien ya no tornaré a recibir, de vuelta a su hogar y a su patria tierra; que con hado funesto partió en las cóncavas naves, para ver aquella Ilión perniciosa y nefanda.

261 Respondióle el ingenioso Odiseo:

262 —¡Oh veneranda mujer de Odiseo Laertíada! No mortifiques más el hermoso cuerpo, ni consumas el ánimo, llorando a tu marido; bien que por ello no he de reprenderte porque la mujer suele sollozar cuando perdió el varón con quien se casó virgen y de cuyo amor tuvo hijos, aunque no sea como Odiseo, que, según cuentan, se asemejaba a los dioses. Suspende el llanto y presta atención a mis palabras, pues voy a hablarte con sinceridad y no te callaré nada de cuanto sé sobre el regreso de Odiseo; el cual vive, está cerca -en el opulento país de los tesprotos- y trae muchas y excelentes preciosidades que ha logrado recoger por entre el pueblo. Perdió sus fieles compañeros y la cóncava nave en el vinoso ponto, al venir de la isla de Trinacia, porque contra el se airaron Zeus y Helios, a cuyas vacas habían dado muerte sus compañeros. Los demás perecieron en el alborotado ponto, y Odiseo, que montó en la quilla de su nave, fue arrojado por las olas a tierra firme, al país de los feacios, que son cercanos por su linaje a los dioses y ellos le honraron cordialmente como a un numen, le hicieron muchos regalos y deseaban conducirlo sano y salvo a su casa. Y ya estuviera Odiseo aquí mucho tiempo ha, si no le hubiese parecido más útil irse por la vasta tierra para juntar riquezas, pues sobresale por sus ardides entre los mortales hombres y con él nadie puede. Así me lo dijo Fidón, rey de los tesprotos, y juró en mi presencia haciendo libaciones en su casa, que ya habían echado la nave al mar y estaban a punto los compañeros para conducirlo a su patria tierra. Pero antes envióme a mí, porque se ofreció casualmente un barco de varones tesprotos que iba a Duliquio, la abundosa en trigo. Y me mostró todos los bienes que Odiseo había juntado, con los cuales pudiera mantenerse un hombre y sus descendientes hasta la décima generación: ¡tantos objetos preciosos tenía en el palacio de aquel rey!

296 Añadió que Odiseo estaba en Dodona para saber por la alta encina la voluntad de Zeus acerca de si convendría que volviese manifiesta o encubiertamente a su patria, de la cual tanto ha que se halla ausente.

300 Salvo está, pues, y vendrá pronto, que no permanecerá mucho tiempo alejado de sus amigos y de su patria tierra y sobre este punto voy a prestar un juramento: sean testigos Zeus, el más excelso y poderoso de los dioses y el hogar del intachable Odiseo a que he llegado, de que todo se cumplirá como lo digo: Odiseo vendrá aquí este año, al terminar el corriente mes y comenzar el próximo.

308 Respondióle la discreta Penelopea:

309 —¡Ojalá se cumpliese cuando dices, oh forastero! Que bien pronto conocerías mi amistad, pues te haría tantos regalos que te considerara dichoso quien contigo se encontrase. Pero mi ánimo presiente lo que ha de suceder: ni Odiseo volverá a esta casa, ni tú conseguirás que te lleven a la tuya, que no hay en el palacio quienes lo rijan, siendo cual era Odiseo entre los hombres -si todo no fue sueño- para acoger y conducir a los venerables huéspedes. Mas vosotras, criadas, lavad al huésped y aparejadle un lecho, con su cama, mantas y colchas espléndidas; para que, calentándose bien, aguarde la aparición de Eos, de áureo trono. Mañana, muy temprano, bañadle y ungidle; y coma aquí dentro, sentado en esta sala, al lado de Telémaco. Mas para aquél que con el ánimo furioso le molestare, pues será la última acción que aquí ejecute por muy irritado que se ponga. ¿Cómo sabrías, oh forastero, si aventajo a las demás mujeres en inteligencia y prudente consejo, si dejara que así, tan sucio y miserablemente vestido comieras en el palacio? Son los hombres de vida corta: el cruel, el que procede inicuamente, consigue que todos los mortales le imprequen desventuras mientras vive y que todos lo insulten después de muerto; mas el intachable, el que procede intachablemente, alcanza una fama grandísima que sus huéspedes difunden entre todos los hombres y son muchos los que le llaman bueno.

335 Respondióle el ingenioso Odiseo:

336 —¡Oh veneranda mujer de Odiseo Laertíada! Los mantos y las colchas lucientes me dan en el rostro desde la hora en que dejé los nevados montes de Creta y partí en la nave de largos remos. Me acostaré como antes, cuando pasaba las noches sin pegar el ojo, pues en muchas de ellas descansé en ruin lecho, aguardando la aparición de la divina Eos de hermoso trono. Tampoco le agradan a mi ánimo los baños de pies, ni tocará los míos ninguna mujer de las que te sirven en el palacio, si no hay alguna muy vieja y de honestos pensamientos, que en su alma haya sufrido tanto como yo; pues a esa no la he de impedir que toque mis pies.

349 Contestóle la discreta Penelopea:

350 —¡Forastero querido! Jamás llegó a mi casa otro varón de tan buen juicio entre los amigables huéspedes que vinieron de lejas tierras a mi morada; tal perspicuidad y cordura denotan tus palabras. Tengo una anciana de prudente ingenio, que fue la que alimentó y crió a aquel infeliz después de recibirlo en sus brazos cuando la madre lo parió: ésta te lavará los pies aunque sus fuerzas son ya menguadas.

357 Ea, prudente Euriclea, levántate y lava a este varón coetáneo de tu señor; que en los pies y en las manos debe de estar Odiseo de semejante modo, pues los mortales envejecen presto en la desgracia.

361 Así habló. La vieja cubrióse el rostro con ambas manos, rompió en ardientes lágrimas y dijo estas lastimeras razones:

363 —¡Ay, hijo mío, que no puedo salvarte! Sin duda Zeus te cobro más odio que a hombre alguno a pesar de que tu ánimo era tan temeroso de las deidades. Ningún mortal quemó tantos pingües muslos en honor de Zeus, que se huelga con el rayo, ni le sacrificó tantas y tan selectas hecatombes como tú le ofreciste rogándole que te diese placentera senectud y te dejara criar a tu hijo ilustre; y ahora te privó, a ti tan sólo, de ver lucir el día de la vuelta.

370 Quizás se mofaron de mi señor las criadas de lejano huésped a cuyo magnífico palacio llegara, como se burlan de ti, oh forastero, estas perras cuyos denuestos y abundantes infamias quieres evitar no permitiendo que te laven; y por tal razón me manda que lo haga yo, no ciertamente contra mi deseo, la hija de Icario, la discreta Penelopea. Y así, te lavaré los pies por consideración a la propia Penelopea y a ti mismo; pues siento que en el interior me conmueven el ánimo tus desventuras. Mas, ea, oye lo que voy a decir: muchos huéspedes infortunados vinieron a esta casa, pero en ninguno he advertido una semejanza tan grande con Odiseo en el cuerpo, en la voz y en los pies, como en ti la echo de ver.

382 Respondióle el ingenioso Odiseo:

383 —¡Oh anciana! Lo mismo dicen cuantos nos vieron con sus propios ojos: que somos muy semejantes, como tú lo has reparado.

386 Así se expresó. La vieja tomó un reluciente caldero en el que acostumbraba lavar los pies, echóle gran cantidad de agua fría y derramó sobre ella otra caliente. Mientras tanto, sentóse Odiseo cabe al hogar y se volvió hacia lo obscuro, pues súbitamente le entró en el alma el temor de que la anciana, al asirle el pie reparase en cierta cicatriz y todo quedara descubierto. Euriclea se acercó a su señor, comenzó a lavarlo y pronto reconoció la cicatriz de la herida que le había hecho un jabalí con su blanco diente, con ocasión de haber ido aquél al Parnaso, a ver a Autólico y sus hijos. Era ese el padre ilustre de la madre de Odiseo, y descollaba sobre los hombres en hurtar y jurar, presentes que le había hecho el propio Hermes, en cuyo honor quemaba agradables muslos de corderos y de cabritos; por esto el dios le asistía benévolo.

399 Cuando anteriormente fue Autólico a la opulenta población de Itaca, halló un niño recién nacido de su hija; y, después de cenar, Euriclea se lo puso en las rodillas, y le habló de semejante modo:

403 —¡Autólico! Busca tú ahora algún nombre para ponérselo al nieto que tanto deseaste.

405 Y Autólico respondió diciendo:

406 —¡Yerno, hija mía! Ponedle el nombre que os voy a decir. Como llegué aquí después de haberme airado contra muchos hombres y mujeres, yendo por la fértil tierra, sea Odiseo el nombre que se le ponga. Y cuando llegue a mozo y vaya al Parnaso, a la grande casa materna donde se hallan mis riquezas, le daré parte de las mismas y os lo enviaré contento.

413 Por esto fue Odiseo: para que aquel le entregara los espléndidos dones. Autólico y sus hijos recibiéronlo afectuosamente, con apretones de mano y dulces palabras; y Anfítea, su abuela materna, lo abrazó y le besó la cabeza y los lindos ojos.

418 Autólico mandó seguidamente a sus gloriosos hijos que aparejasen la comida; y, habiendo ellos atendido la exhortación, trajeron un buey de cinco años. Al instante lo desollaron y prepararon, lo partieron todo, lo dividieron con suma habilidad en trocitos, que espetaron en los asadores y asaron cuidadosamente, y acto continuo distribuyeron las raciones.

424 Todo el día, hasta la puesta del sol, celebraron el festín; y nadie careció de su correspondiente porción. Y tan pronto como el sol se puso y sobrevino la noche, acostáronse y el don del sueño recibieron.

428 Así que se descubrió la hija de la mañana, Eos de rosáceos dedos, los hijos de Autólico y el divino Odiseo se fueron a cazar llevándose los perros. Encamináronse al alto monte Parnaso, cubierto de bosque, y pronto llegaron a sus ventosos collados. Ya el sol hería con sus rayos los campos, saliendo de la plácida y profunda corriente del Océano, cuando los cazadores penetraron en un valle: iban al frente los perros, que rastreaban la caza; detrás, los hijos de Autólico, y con éstos, pero a poca distancia de los canes, el divino Odiseo, blandiendo ingente lanza. En aquel sitio estaba echado un enorme jabalí, en medio de una espesura tan densa que ni el húmedo soplo de los vientos la atravesaba, ni la herían los rayos del resplandeciente sol, ni la lluvia la penetraba del todo, ¡tan densa era!, habiendo en la misma abundante seroja amontonada.

444 El ruido de los pasos de los hombres y de los canes, que se acercaban cazando, llegó hasta el jabalí: y éste dejó el soto, fue a su encuentro con las crines del cuerpo erizadas y los ojos echando fuego, y se detuvo muy cerca de ellos. Odiseo, que fue el primero en acometerle, levantó con su mano robusta la luenga lanza, deseando herirle; pero adelantándosele el jabalí, le dio un golpe sobre la rodilla y, como arremetiera al sesgo, desgarró con su diente mucha carne sin llegar al hueso. Entonces Odiseo le acertó en la espalda derecha, se la atravesó con la punta de la luciente lanza y el animal quedó tendido en el polvo y perdió la vida.

455 Los caros hijos de Autólico reuniéronse en torno del intachable Odiseo, igual a un dios, para socorrerle: vendáronle hábilmente la herida, restañaron la negrusca sangre con un ensalmo, y volvieron todos a la casa paterna. Autólico y sus hijos, después de curarle bien, le hicieron espléndidos regalos, y pronto lo enviaron alegre a su patria. El padre y la veneranda madre de Odiseo holgáronse de su vuelta y le preguntaron muchas cosas y qué le había ocurrido que llevaba aquella cicatriz; y él refirióles por menor cómo, habiendo ido al Parnaso a cazar con los hijos de Autólico, hirióle un jabalí con su blanco diente.

467 Al tocar la vieja con la palma de la mano esta cicatriz, reconocióla y soltó el pie de Odiseo: dio la pierna contra el caldero, resonó el bronce, inclinóse la vasija hacia atrás, y el agua se derramó por tierra.

471 El gozo y el dolor invadieron simultáneamente el corazón de Euriclea, se le arrasaron los ojos de lágrimas y la voz sonora se le cortó. Mas luego tomó a Odiseo de la barba y hablóle así:

474 —Tú eres ciertamente Odiseo, hijo querido; y yo no te conocí hasta que pude tocar todo mi señor con estas manos.

476 Dijo; y volvió los ojos a Penelopea, queriendo indicarle que tenía dentro de la casa a su marido. Mas ella no pudo notarlo ni advertirlo desde la parte opuesta, porque Atenea le distrajo el pensamiento. Odiseo, tomando del pescuezo la anciana con la mano derecha, con la otra le atrajo a sí y le dijo:

482 —¡Ama! ¿Por qué quieres perderme? Sí, tú me criaste a tus pechos, y ahora, después de pasar muchas fatigas, he llegado en el vigésimo año a la patria tierra.

485 Mas, ya que lo entendiste y un dios lo sugirió a tu mente, calla y nadie lo sepa en el palacio. Lo que voy a decir llevaráse a efecto. Si un dios hiciese sucumbir a mis manos los ilustres pretendientes, no te perdonará a ti, a pesar de que fuiste mi ama, cuando mate a las de más esclavas en el palacio.

491 Contestóle la prudente Euriclea:

492 —¡Hijo mío! ¡Qué palabras se te escaparon del cerco de los dientes! Bien sabes que mi ánimo es firme e indomable, y guardaré el secreto como una sólida piedra o como el hierro.

495 Otra cosa quiero manifestarte que pondrás en tu corazón: Si un dios hace sucumbir a tus manos los ilustres pretendientes, te diré cuáles mujeres no te honran en el palacio y cuáles están sin culpa.

499 Respondióle el ingenioso Odiseo:

500 —¡Ama! ¿A qué nombrarlas? Ninguna necesidad tienes de hacerlo. Yo mismo las observaré para conocerlas una por una. Guarda silencio y confía en los dioses.

503 Así dijo; y la vieja se fue por el palacio a buscar agua para lavarle los pies porque la primera se había derramado toda. Después que lo hubo lavado y ungido con pingüe aceite, Odiseo acercó nuevamente la silla al fuego, para calentarse, y cubrióse la cicatriz con los andrajos.

508 Entonces rompió el silencio la discreta Penelopea, hablando de este modo:

509 —¡Forastero! Aún te haré algunas preguntas, muy pocas: que presto será hora de dormir plácidamente, para quien logre conciliar el dulce sueño aunque esté afligido. A mí me ha dado algún dios un pesar inmenso, pues durante el día me complazco en llorar, gemir y ver mis labores y las de las siervas de la casa; pero, así que viene la noche y todos se acuestan, yazgo en mi lecho y fuertes y punzantes inquietudes me asedian el oprimido corazón y me excitan los sollozos.

518 Como cuando la hija de Pandáreo, la pardusca Aedón, canta hermosamente al comenzar la primavera, posada en el tupido follaje de los árboles, y deja oír su voz de variados sones que muda a cada momento, llorando a Itilo, el vástago que tuvo del rey Zeto y mató con el bronce por imprudencia: de semejante manera está mi ánimo, vacilando entre dos partidos, pues no sé si seguir viviendo con mi hijo y guardar y mantener en pie todas las cosas -mis posesiones, mis esclavas y esta casa grande y de elevada techumbre- por atención al tálamo conyugal y temor del dicho de la gente; o irme ya con quien sea el mejor de los aqueos que me pretenden en el palacio y me haga muchísimas donaciones nupciales. Mi hijo, mientras fue incipiente muchacho, no quiso que me casara y me fuera de esta mansión de mi esposo; mas ahora, que ya es adulto, por haber llegado a la flor de la juventud, desea que desampare el palacio, viendo con indignación que sus bienes son devorados por los aqueos.

535 Pero, ea, oye y declárame este sueño. Hay en la casa veinte gansos que comen trigo remojado en agua y yo me huelgo de contemplarlos, mas hete aquí que bajó del monte un aguilón de corvo pico, y, rompiéndoles el cuello, los mató a todos; quedaron éstos tendidos en montón y subióse él al divino éter. Yo aunque entre sueños, lloré y di gritos; y las aqueas, de hermosas trenzas, fueron juntándose a mi alrededor, mientras me lamentaba tanto de que el aguilón hubiese matado mis gansos, que movía a compasión.

544 Entonces el aguilón tornó a venir, se posó en el borde de la techumbre, y me calmó diciendo con voz humana:

546 "¡Cobra ánimo hija del celebérrimo Icario!, pues no es sueño, sino visión veraz que ha de cumplirse. Los gansos son los pretendientes y yo, que era el aguilón, soy tu esposo, que he llegado y daré a todos los pretendientes ignominiosa muerte." Así dijo. Ausentóse de mí el dulce sueño y mirando en derredor, vi los gansos en el palacio, junto al pesebre que comían trigo como antes.

554 Respondióle el ingenioso Odiseo:

555 —¡Oh mujer! No es posible declarar el sueño de otra manera, ya que el propio Odiseo te manifestó cómo lo llevará al cabo: aparece clara la perdición de todos los pretendientes y ninguno escapará de la muerte y de las Moiras.

559 Contestóle la discreta Penelopea:

560 —¡Forastero! Hay sueños inescrutables y de lenguaje obscuro, y no se cumple todo lo que anuncian los hombres. Hay dos puertas para los leves sueños: una, construida de cuerno; y otra, de marfil. Los que vienen por el bruñido marfil nos engañan, trayéndonos palabras sin efecto; y los que salen por el pulimentado cuerno anuncian, al mortal que los ve, cosas que realmente han de verificarse. Mas no me figuro yo que mi terrible sueño haya salido por el último, que nos fuera muy grato a mí y a mi hijo.

570 Otra cosa voy a decirte que pondrás en tu corazón. No tardará en lucir la infausta Eos que ha de alejarme de la casa de Odiseo, pues ya quiero ofrecer a los pretendientes un certamen: las segures, que aquél fijaba en línea recta y en número de doce, dentro de su palacio, cual si fuesen los puntales de un navío en construcción, y desde muy lejos hacía pasar una flecha por los anillos. Ahora, pues, los invitaré a esta lucha, y aquél que más fácilmente maneje el arco, lo arme y haga pasar una flecha por el ojo de las doce segures, será con quien yo me vaya, dejando esta casa a la que vine doncella, que es tan hermosa, que está tan abastecida, y de la cual imagino que habré de acordarme aun entre sueños.

582 Respondióle el ingenioso Odiseo:

583 —¡Oh veneranda mujer de Odiseo Laertíada! No difieras por más tiempo ese certamen que ha de efectuarse en el palacio, pues el ingenioso Odiseo vendrá antes que ellos, manejando el pulido arco, logren tirar de la cuerda y consigan que la flecha traspase el hierro.

588 Díjole entonces la discreta Penelopea:

589 —¡Forastero! Si quisieras deleitarme con tus dichos, sentado junto a mí, en esta sala, no caería ciertamente el sueño en mis ojos; mas no es posible que los hombres estén sin dormir, porque los inmortales han ordenado que los mortales de la fértil tierra empleen una parte del tiempo en cada cosa.

594 Voyme a la estancia superior y me acostaré en mi lecho tan luctuoso, que siempre está regado de lágrimas desde que Odiseo partió para ver aquella Ilión perniciosa y nefanda.

598 Allí descansaré. Acuéstate tú en el interior del palacio, teniendo algo por el suelo, o que te hagan una cama.

600 Diciendo así, subió a la espléndida habitación superior no yendo sola, pues la acompañaban las esclavas. Y en llegando con ellas a lo alto de la casa, echóse a llorar por Odiseo, su caro marido, hasta que Atenea, la de ojos de lechuza, le difundió en los párpados el dulce sueño.